5 historias desconocidas de los cementerios de Medellín

Por Rosa María Pérez Rivas en 1 junio, 2015

Monumentos de significado desconocido, escultores sepultados bajo sus propias obras, traslados de miles de restos. Los cementerios de Medellín están llenos de relatos que representan parte de la historia de la ciudad y su relación con los muertos. Más allá de los mitos y leyendas aquí repasamos algunos hechos reales que rodean estos espacios.

Cementerio San Benito

1- El primer cementerio de Medellín estaba a una cuadra de Plaza Botero

“A Jesucristo no lo enterraron en una Sinagoga ni en Jerusalén, fue enterrado afuera, nuestros muertos tienen que estar afuera de la ciudad”, con estas palabras se intentaba convencer a los habitantes de la Villa para que accedieran a enterrar a sus muertos en el nuevo cementerio (comúnmente conocido como de San Benito) y no en las iglesias como se venía haciendo, cuenta Diego Andrés Bernal Botero, Magíster en Historia de la Universidad Nacional.



San Benito fue el primer cementerio que tuvo la ciudad y fue inaugurado en 1809. Estaba ubicado en lo que hoy conocemos como Bolívar y Carabobo, en el cruce de Juanambú, cerca al Museo de Antioquia y  detrás del antiguo edificio de EPM.


En ese entonces todos querían ser enterrados en iglesias. Poco les importaba el olor putrefacto que se levantaba durante las misas, a las cuales se asistía casi todos los días. Estar enterrado en la iglesia era como tener la garantía de la salvación. Otro de los aspectos que no favoreció a este cementerio fue el no tener capilla, algo fundamental para las personas católicas de aquella época.

Cementerio San Lorenzo

2- El San Lorenzo: “el cementerio de los pobres”

“Como nadie quería tener un cementerio cerca a su casa, cuando se iba a construir el San Lorenzo se les ofreció a quienes vivían cerca, que no se les cobraría el agua en sus servicios públicos”, dice Oscar Darío Velásquez, director del Museo Cementerio de San Pedro, quien tiene más de 30 años de experiencia en los camposantos de Medellín.

El San Lorenzo fue el cementerio en el que se empezaron a enterrar las personas de bajos recursos, porque los ricos siguieron pagando por ser sepultados en las capillas.

Para evitar los contratiempos que tuvo el de San Benito (poca aceptación de las personas), el de San Lorenzo no fue construido dentro de la ciudad pero tampoco muy lejos. Así mismo, la configuración de sus muros fue concebida como una catedral, que aunque sin techo, tuvo la aprobación de la población que lo percibía como un espacio seguro.

Cuando en el San Lorenzo no cabía un cuerpo más, decidieron crear contiguo a éste el Cementerio Parroquial. A estos dos los separaba una puerta y ambos fueron comprados por la municipalidad para realizar la ampliación de la calle Girardot. Cuando cerraron estos espacios, los restos de más de 17 mil personas fueron trasladados al Cementerio Universal.

Cementerio San Pedro

3- El monumento de la discordia

¿Son las ánimas del purgatorio? ¿Las 3 advocaciones de la Virgen María? ¿O tal vez las Moiras o las Parcas de la mitología griega y romana que representan el destino? Ni siquiera los historiadores se ponen de acuerdo al interpretar esta obra del maestro Bernardo Vieco y que es uno de los monumentos más famosos del cementerio de San Pedro. De lo que si se tiene certeza es que este monumento se consolidó como un espacio de veneración al que las personas acuden, arrojan monedas, piden deseos y dejan vasos con agua.

El cementerio San Pedro se inspira en el modelo europeo del siglo XIX y es también reconocido por sus monumentos y arquitectura. “Surgió como un proyecto elitista y excluyente para sepultar a las personas adineradas de Medellín”, explicó Juan Diego Torres, historiador del cementerio.

Sin embargo, no todos los ricos querían descansar en el San Pedro. Al lado se creó el Cementerio Laico, donde enterraban a las personas adineradas que no eran católicas o que por creencias políticas querían descansar en otro lugar. Una puerta comunica a ambos cementerios. Una puerta que ahora permanece cerrada.

Hasta 1930, cuando finaliza la hegemonía conservadora, los muertos dejan de ser propiedad de la Iglesia. Hasta ese año, así no fueras católico, era la Iglesia quien decidía lo que se hacía con tus restos.

Cementerio Universal

4- El Universal: el cementerio de todos

Entre 2003 y 2007 el Cementerio Universal recibió los restos de más de 17 mil personas que estaban en el San Lorenzo y en el Parroquial. En 1932 fue pensado como un cementerio para todas las clases sociales y todas las religiones. Sin embargo, al no tener capilla ni figuras del catolicismo no contó con aceptación por parte de la población.

El maestro Pedro Nel Gómez fue el contratado para realizar los planos de este lugar. Se podría decir que el Cementerio Universal es un pedacito del sueño de Pedro Nel: llevar allí a todos los muertos que estaban en otros cementerios de la ciudad, unificarlos en un lugar donde no hubiera segregaciones sociales o económicas.

Pero el sueño no se logró. Por más que se le brindaron espacios para mausoleos a ferroviarios, profesores de sindicatos, personas del tranvía, la policía y el ejército, entre otros, no hubo acogida por este cementerio.

Todos los cementerios católicos de la ciudad tenían un muladar. El muladar era un espacio donde se llevaba a aquellos que no tenían autorización de estar en tierra santa: prostitutas, suicidas, personas no bautizadas y personas de otras religiones.

Cementerio Campos de Paz 1

5- El primer jardín cementerio

Siguiendo el modelo norteamericano, Campos de Paz fue el primer cementerio jardín que se construyó en la ciudad. Lo fundaron particulares quienes invitaron a la arquidiócesis a hacer parte de este proyecto, que se inauguró en 1971.

Ya existían el de San Pedro y otros tradicionales donde las personas eran enterradas en bóvedas, pero este fue el primero en tener un espacio con jardines y al aire libre para el enterramiento en tierra.

La capilla de Campos de Paz y el Templo de las Cenizas han ganado premios y reconocimientos internacionales por su arquitectura. Además, el maestro Jorge Marín Vieco, está sepultado debajo de su escultura El Cristo Resucitado, ubicado en la entrada principal del cementerio.

Finalmente, la muerte es una presencia

La creación de estos espacios nos demuestra que los muertos más que una idea son una presencia y en nuestra cultura buscamos formas de estar con ellos. Por su parte, también es importante resaltar cómo los espacios y la arquitectura se van adaptando a nuestros miedos, a nuestros deseos. Antes, buscábamos estar cerca de Dios (ser enterrados dentro de las iglesias), ahora preferimos espacios abiertos (como queriendo decir que la naturaleza también nos acerca al cielo)… Cualquiera que sea el lugar, un espacio abierto o cubierto, suntuoso o humilde, lleno de vida u olvidado en el tiempo, el deseo sigue siendo, descansar en paz.

Originally posted on 16 agosto, 2020 @ 7:40 pm

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