Agustín Jaramillo Londoño: Un paisa de todo el maíz

Autor: Orlando Cadavid Correa  7 de Enero de 2011 ElMundo.com
El 31 de diciembre, a sus 87 años, cerró su ciclo vital por la vía del paro cardíaco el notable publicista, escritor y folclorólogo antioqueño Agustín Jaramillo Londoño, un paisa de todo el maíz que en su monumental Testamento del paisa -con siete ediciones entre 1961 y 1986- tuvo su mejor carta de presentación.
En un Contraplano de julio de 2006 decíamos que siempre nos había gustado su talante porque no tragaba entero. No tenía pelos en la lengua, ni cargaba agua en la boca. Solía llamar pan al pan y vino al vino. El académico andaba sin rodeos para no darle más vueltas al asunto. Siempre habló a calzón quita’o.

Nacido en enero de 1923, en Medellín, se hizo famoso por su  donosura, gracia y buen humor que plasmó en sus relatos, producto de su infatigable exploración de todas las fuentes del folclor terrígeno.

El crítico literario Ángel Sancho hizo este perfil de don Agustín: “Fue una de las figuras más calificadas en el campo del folclor antioqueño. Durante buena parte de su vida, con amor al terruño y a su pueblo, investigó, fatigó sus horas y sus días en pos de los mil factores que hacen la identidad ‘paisa’. Y un día reunió toda la información en el Testamento del Paisa, que ya lleva siete ediciones, una cifra singular en libros nacionales de esta especie. Cuentos, narraciones, poesías, refranes y costumbres, leyendas, medicina popular y modismos del habla antioqueña corren por estas páginas revelando con buen criterio, con sinceridad y con autenticidad el alma de la raza. Es un libro de pasatiempo. Un libro de información. Un libro de pasión de un autor”.

Otras obras rescatables de su bibliografía:  Cosecha de cuentos del folclor de Antioquia, Cuentos del Tío Conejo, El burro bohemio, Antología del humor colombiano y El folclor secreto del pícaro paisa, que en 1977, año de su publicación, se vendía en librerías como recomendado para mayores de 21 años, con esta advertencia del autor en la contraportada:  Totalmente impublicable!  Debió permanecer oculto durante 20 años. Ahora, por fin ha visto la luz pública sin quitarle ni una coma, sin variarle ninguna de las palabras que el pueblo ha empleado tradicionalmente  en sus relatos, chistes, exageraciones, cuentos, coplas, insultos, refranes, y, en fin, las distintas manifestaciones del folklore secreto  de Antioquia  la Grande (Antioquia, Caldas, El Risaralda, El Quindío, medio Valle, medio Tolima y hasta medio Bogotá).

Aquí desfilarán las groserías del Pícaro Tío Conejo, de Cosiaca y de Quevedo, de Pedro Rimales y centenares de anónimos poetas narradores y chistosos de talento. Léalo con calma, amigo lector, disfrute del picaril encanto de lo auténtico y de la fabulosa chispa de un pueblo francote, recto, inteligente y memorioso”.

Sobre la publicidad (otra de sus grandes pasiones) escribió el Maestro Jaramillo Londoño: “Con lamentable frecuencia, al hablar de medios de comunicación, se cita la frase de Confucio, el filósofo chino que vivió cinco siglos antes de Cristo, y que dice: “Una buena imagen vale mil palabras”.  Con todo y ser un gran filósofo, aparte la frase que nos ocupa, dijo muchas otras tonterías.  Si bien es cierto que mil palabras no pueden reemplazar un buen grabado,  también es cierto que mil cuadros no pueden reemplazar una palabra, que no es más que una pincelada del lenguaje hablado.

Y si tomamos un “cuadro”  hecho de palabras, como el Padre Nuestro, o una de las  muchísimas frases famosas o los grandes discursos de la humanidad, ningún cuadro ni colección de  cuadros podrá reemplazarlos.  No hay grabado alguno que pueda sustituir una simple frase de perdón, una declaración de amor, o una sencilla palabra como Gracias, Dios, Hijito… Por lo tanto, el buenazo de Confucio se equivocó totalmente  como tantas veces y como todos los filósofos desde el mismísimo Aristóteles – gran metepatista- hacia “.

Según Don Agustín, lo anterior explicaba por qué generalmente se utilizaba la frase de Confucio en forma equivocada.  Sostenía que la mayoría de las veces la había visto mal empleada.  Y argumentaba, para redondear su glosa, que las palabras valen más que todas las imágenes.  Y se dolía de que “El estúpido eslogan ignorara esta verdad monumental”.

Experto en el arte de quitarse de encima a quienes pretendían ponerle talanqueras a su misión creadora en el quehacer publicitario, este notable cuentista, que en el presente mes iba a hacer su arribo a los 87 eneros, nunca creyó en los comités, porque de ninguno emanaron maravillas como la Venus de Milo, ni la Victoria de Samotracia, ni la Capilla Sixtina, ni la Mona Lisa, ni el Padre Nuestro, ni ninguna de las obras maestras de la Humanidad en cualquier terreno”.

La apostilla: Este gran valor humano de la antioqueñidad redondeaba su andanada contra el modus operandi del mundillo publicitario con el chascarrillo, según el cual, “un camello es un caballo diseñado por un comité”.

El Testamento del Paisa del que es autor el conocido publicista don Agustín Jaramillo Londoño. Esta obra, considerada por los entendidos como la más importante de su género en América, es el compendio de la sabiduría popular del gran pueblo de la montaña. Su contenido, básicamente folclórico, va desde los Cuentos del Tío Conejo hasta los sainetes decembrinos; desde la descripción del contenido de un carriel hasta la explicación de los platos típicos de Antioquia y los juegos de los niños. Esta cuarta edición fue preparada en los talleres de la Editorial Bedout de Medellín y ha tenido gran acogida.

Originally posted on 21 julio, 2020 @ 6:39 pm

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