La mala hora del amor

Por Oscar Dominguez / Columna Otraparte, El Tiempo /

Por sustracción de materia – exceso de años- no estoy en el mercado del erotismo. Lo celebro porque en plena pandemia hay que pelar muchos cocos con la uña para hacer conquistas. Con mascarilla incorporada somos hipótesis de nosotros mismos, retratos hablados, don nadies, solemnes eneenes.

El tapabocas, “ladrón de esquina”, se robó el encanto que acompañó al “homo coronavirus” desde siempre. O lo escondió, que es lo mismo. Vaya mi solidaridad con aquellos a quienes la pandemia sorprendió sin un amor al cual respirarle en la nuca.

El sexapil cambió de sitio. El virus modificó por completo los paradigmas de la belleza. El encanto de nuestra “dulce enemiga” ya no está en el prosaico tobillo, la cintura de avispa, vanguardias o retaguardias agresivas, la rodilla o una sonrisa perturbadora de Monalisa.

Desde Adán, el amor entra por los ojos. Pero en tiempos de la mascarilla, ¿cómo estar seguros de que tu contraparte, a la que apenas le ves los ojos, no te va a meter gato por liebre? En ese caso, el cónyuge engañado debería aplicar el distanciamiento social desde la noche de bodas.

Haciendo de coach transaccional, ontológico y odontológico del amor, considero que quienes están en edad de merecer deberían tomar cursillos en países donde manda el burka.
Otra idea que cedo a los emprendedores es dar clases virtuales sobre cómo enamorar en tiempos de Covid-19, con descuentos por pronto pago, los primeros cien mil que llamen recibirán obscenas rebajas; no aplica para mayores de cincuenta.

Hay mujeres a las que uno mira a los ojos y les imagina el resto. Es el caso de Bo Derek, la mujer diez, con la que tuve ocasión de almorzar alguna vez en Harry Sasson. (Nunca supo que yo figuraba entre los colados, perdón, invitados).

Uno mira a Bo, a los ojos y de una vez le adivina sus pectorales y la retaguardia, presas a las que van a dar el 95% de las miradas del macho alfa según el DANE que todos llevamos incorporado.
Algo parecido sucedía con “Ceja de Lujo”, María Félix quien lucía a Agustín Lara como un paraguas debajo del brazo. Decían sus paisanos. Solo con mirarla a los ojos se adivinaba la mujer que había detrás, esa que no mentía ni contra sí misma, según su propia confesión. “Esa mujer es tan bella que hace daño”, dijo Jean Cocteau.

Lo mismo, aunque al revés, podrán decir ellas de nosotros. Así que todos a innovar para pescar amoríos en el río revuelto de la pandemia. O a prepararse para la soltería o el yo con yo. Ahí les dejo el cuero.

Por Oscar Dominguez

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Originally posted on 4 noviembre, 2020 @ 10:21 pm

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