Poeta
y prosista antioqueño (Medellín,
agosto 10 de 1924 - abril 3 de 1989).
Carlos Castro Saavedra estudió
en el colegio San Ignacio de Medellín
y en el liceo de la Universidad de
Antioquia. Desde muy joven escribió
poesías que eran publicadas
en los diarios y revistas de la ciudad.
Sus primeros libros fueron Fusiles
y luceros, en 1946, Mi Llanto y Manolete,
en 1947, y 33 poemas, en 1949. Vendrían
luego otros 17 libros de poemas. Castro
Saavedra consolidó la poesía
nacional de alto vuelo en Colombia,
su obra está inspirada en la
línea de Pablo Neruda. Gran
cantor del dolor humano, el amor,
la insatisfacción, la patria
y la naturaleza. Sus versos, repletos
de clamor y de sonido, captan la esencia
de la vida problemática del
hombre en su cotidianidad.
Es un bardo de mucha fecundidad, autor
de una obra muy bordada y de abundante
léxico. Con el poema "Mensaje
de América" obtuvo un
premio en Berlín, y años
más tarde le granjearía
a nivel nacional, el Premio Germán
Saldarriaga del Valle. El gran reconocimiento
a su obra se dio con el homenaje nacional
que el gobierno le rindió.
El acto tuvo lugar en la Biblioteca
Pública Piloto, el 23 de abril
de 1986. Se exaltó entonces
el gran aporte que hizo a la literatura
colombiana. Castro es el poeta de
la violencia, recrea la muerte, pero
para dejar que fluya la voz de la
esperanza hacia una vida mejor. Siguió
un camino opuesto al de sus compañeros
de generación, quienes saturaron
sus obras de temas metafísicos,
mientras que Castro se volvió
hacia la realidad social en búsqueda
de una literatura nacional.
Además de la gran producción
en verso, escribió diez libros
de prosa poética. A ello debe
añadirse las incursiones en
el teatro y en los cuentos para niños.
Sus obras en prosa tienen un contenido
hermoso y de sabor poético.
En ellas la claridad y la sencillez
son extraordinarias, lo que hace que
un mayor número de personas
tengan acceso a su obra. En sus poemas
de amor aparece como un lírico
espléndido, y cuidó
que en sus composiciones siempre estuviera
presente la delicadeza, la melodía
y el color. En 1954 publicó
su primera antología personal
de poesía denominada Selección
poética. En 1962 apareció
la segunda con el nombre de Obra selecta
y en 1974, Poemas escogidos.
SELECCIÓN
DE POEMAS
ESPOSA PATRIA
No me canso de andar por tus collados,
de recorrer tu cuerpo y tus colinas,
de sembrar en tu tierra desgarrada
por mi pecho de espadas y de espinas.
Centímetro a centímetro
te busco,
atravieso tus valles y terrenos,
y no me pueden contener tus manos
ni me sirven tus puertas ni tus frenos.
Penetro a golpes en tus precipicios,
a golpes rompo dulces armamentos,
y caigo en tus abismos desarmados
con mis labios furiosos y mis ojos violentos.
Con mi espumoso amor, con mi oleaje,
gasto tu resistencia y tus orillas,
y llego hasta la tierra de tus huesos
coronado de incendios y semillas.
Soy labriego de todas tus parcelas,
capitán de tus muslos, minero
de tus minas,
leñador de tus árboles
ocultos,
verdugo de tu pelo y tus encinas.
Sacudo tus raíces coloradas,
ataco tus rodillas, tus diamantes,
y muerdo la manzana de tu cara
con mis dientes hambrientos y mis labios
amantes.
Me saben a Colombia los mordiscos,
a patria los abrazos y los besos,
y me saben las sábanas a tierra,
y a tierra las cobijas y los huesos.
Mujer de barro triste y colombiano,
de orquídeas aplastadas en mi
lecho,
de rojos cafetales desgranados
por mis cóleras dulces y mi pecho.
Esposa del maíz y de los tiples,
de los bambucos y los yacimientos,
esposa mía, esposa de mi espuma
y de mis tequendamas insurrectos.
Esmeralda morena, tierra viva,
chapolera, paloma de ojos bellos,
campesina vestida de amapolas,
de espigas populares y destellos.
Busco en tu frente pueblos y caminos,
galopo en tu cintura de caballos,
y te sacude el trueno de mis besos
y te ilumina el fuego de mis rayos.
Eres el río grande, el Magdalena,
yo soy el boga sobre la corriente:
me arrastran tus cabellos navegables
y veo pasar los peces por tu frente.
En tu bosque más hondo y más
secreto
se abre la flor granate de mis hijos,
se multiplican mis revoluciones,
mis hojas grandes y mis ojos fijos.
Oigo en la vuelta de tu piel disparos
y me encuentro con muertos colombianos,
pero no me devuelvo, esposa mía,
y sepulto los muertos en tus manos.
He
de llegar al fondo de tu vida,
al fondo de mi patria y de tus venas,
esposa patria, patria de mis besos,
capital de mis cantos y mis penas.
HEMBRA DE TIERRA
Y TIERRA
No te digo paloma, ni princesa , ni
reina,
sino mujer de tierra, hembra de tierra
y tierra,
compañera de besos, compañera
de mi revolución y de mi guerra.
Te
llamo barro de mi alfarería,
surco de mis labranzas coloradas,
pradera en que galopan mis caballos
con las crines heridas y quemadas.
Mujer
tendida en medio de la tierra
te llamo y te rodeo con mis brazos,
como si fueras trigo de mis eras
y raíz de mis besos y mis pasos.
No
doy contigo pensativamente
sino luchando con tu cabellera,
y golpeando mi vida leñadora
contra tu corazón y tu madera.
EN TI BESO
LA PATRIA
En ti beso la patria, beso el río
que la desencadena, que la canta,
y la flor que del suelo se levanta
y la viste abejas y rocío.
Tierra eres, relente de plantío,
sombra de monte, vegetal garganta,
y tanta patria dulce, tanta, tanta,
cabe toda en tu beso y en el mío.
Cuando se juntan nuestras bocas, cuando
el hijo a tu cintura va llegando
en forma de semilla y de gemido,
no te llamo mujer, prdeunda esposa,
sino Colombia, patria generosa
cuna del trueno y pedestal del nido.
CALLÉMONOS
UN RATO
Hemos hablado mucho, compatriotas,
¿porqué no nos callamos
para que la palabra se maduren
en medio del silencio
y se vuelvan arroz,
cajas de pino, escobas,
duraznos y manteles?
Hacemos mucho ruido
y repetimos la palabra muerte
hasta que la matamos.
Decimos mucho corazón
y gastamos el fruto más hermoso
del pecho.
Lo que importa es el río,
no su nombre.
Lo que interesa es pan
y no discursos
sobre las propiedades de la harina.
El mar es bello porque es mar
y no porque lo cantan los poetas,
y existirían piñas
aunque no se llamaran como llaman.
Bajo la tierra crece la semilla
porque el surco no habla
ni le pone adjetivos a la espiga.
Un hombre que se calla largamente
se convierte en camino,
y si guarda silencio su mujer
puede volverse viaje.
Callémonos un rato,
al menos para ver qué le sucede
a la palabra uva.
Es posible que crezca y se derrame
hasta llenar el mundo de dulzura
y cascadas de vino.
MUJER SIN NOMBRE
Yo no digo tu nombre. Yo digo mi locura.
Mírame cómo tengo los
labios: como ríos
que atraviesan cantando tu hermosura.
Digo mi gran fervor, mi desespero.
Digo lo que me quema cuando llegas
y cuando ya te has ido lo que espero.
Escribo mi apetencia de ser dueño
de toda la candela de tus brazos,
para quemarme en ella como un leño.
Mujer sin nombre, si, pero nombrada
por mil voces ocultas: por mi instinto
que te tiene de gritos coronada.
Mi sangre hinca su alarido ardiente
en mi carne, socava mi estatura
y en mi mismo te busca ciegamente.
Y por buscarte así, como a
una herida,
es mi sangre de tu alma y de tu imagen
la desenterradora enfurecida.
Mujer casi imposible, yo te evoco.
Para acercarte más cierro los
ojos
y por cerrarlos casi que te toco.
Te veo saltar del fondo de mis versos
y caer junto a mi alma, con tu pecho
dividido en dos tibios universos.
Te oigo hablar y siento que me quema
esa llama de música que vive
dormida en las palabras del poema.
Te
miro andar y siento que tus pasos,
siempre que en el crepúsculo
se alejan,
más se acercan al sitio de
mis brazos.
Pienso
en tu cuerpo cálido y moreno,
y el cóncavo brasero de mis
manos
de tu cuerpo se siente casi lleno.
Cuando miro tu talle me pregunto
si en una habitación deshabitada
por estar solo lo tendré más
junto.
Cuando miro tus muslos yo me digo
que quizás en el tiempo de
la siega
serán de mis trigales dulce
trigo.
Y cuando veo tu pelo anochecido,
pienso que va a temblar como una estrella
cuando mi beso arranque tu gemido.
Te espero, si, con tanto desespero,
que la cal de mis huesos ya no puede
con la muerte prdeunda con que muero.
Ahora
solo falta que te atrevas
y que congregues todas tus pasiones
con la pasión recóndita
que llevas.
Mientras
tanto yo soy el infinito,
y tú el surco de estrellas
asediado
por la semilla amarga de mi grito.
LOS
ATAUDES ENAMORADOS
Nuestras tumbas, mujer, se darán
besos,
nuestros cajones besos y mordiscos,
y no serán sudarios los nuestros
sino sábanas
para engendrar trigales
y construir el pecho de los cedros.
Nos volverán a ver sobre la
tierra,
a ti llena de polen y de pétalos,
cubierta de azaleas y azahares,
y a mí con un pedazo de primavera
roja
entre la boca de madera.
Sobre la tierra, amada, sobre el campo,
tú con trenzas de musgo,
con un manto de plumas y de orquídeas,
y yo con un relámpago extendido
en mis ramas
como una fruta elástica y madura.
La muerte será apenas un fecundo
reposo,
un sueño recorrido por gusanos
labriegos,
otra luna de miel entre raíces,
otro rodar los dos dulces y mudos,
por un salón de terciopelo
verde.
Que no pongan el nombre tuyo sobre
la bóveda,
ni el mío sobre el hueco que
se trague mis tigres,
sino que nos abonen y nos rieguen,
pues esto es suficiente, compañera,
para tu corazón y mi semilla.
NOTICIA DE
MIGUEL HERNÁNDEZ
Sabed que era de España y de
relámpagos.
Pastor con una flauta de candela,
campesino juglar, sangre descalza
que iba de las ovejas a los surcos
y de los surcos iba a las ovejas.
Sabed que entre sus manos pastoriles
era el cayado un rayo manejable
que rompía la nieve del rebaño
sin estropear la nieve ni la carne.
Sabed que era Miguel de fuego y barro,
de raíces, de fuego y de congojas;
sabed que le nacían las palabras
encima de la piel como las hojas.
Sabed que ardía toda su presencia.
Desde los pies ardía hasta
el cabello.
Y de noche, pastor de las estrellas,
lo guiaba su fulgor y su destello.
Sabed que el corazón, su corazón,
labriego torrencial bajo su arcilla,
le llenaba de flores encarnadas
la camisa la voz y la mejilla.
Sabed que fue su sino, rojo sino,
sino de combatiente y amapola,
sino de sangre inerme que se bate
contra todas las armas ella sola.
Sabed que con sus manos vegetales
él mismo se arrancó
de su labranza,
y con su ruido de árbol y bandera
despertó su dolor y su esperanza.
Sabed que en su corteza las heridas
llenas de tierra, de alma, de bramidos,
heridas eran de su España insomne
y de los españoles malheridos.
Sabed que con el filo de su canto
fue segando los días y las
horas,
hasta hacer con el fuego de los días
gavillas de crepúsculos y auroras.
Sabed que por las noches y los pueblos
pasaba iluminado y desterrado:
con una llama roja entre la carne
y un desgarrón azul en el costado.
Sabed que una centella lo seguía
y le arrojaba fuegos destructores,
y sabed que Miguel -otra centella-
se defendía con sus resplandores.
Sabed que se perdía en la espesura
de su casa entre viva y entre muerta,
y la guerra y un hijo lo buscaban
por una puerta oscura y otra puerta.
Sabed que en su garganta florecían
libertades, canciones, desvaríos,
y a su fronda caída sobre el
pecho
iban a dar los hombres y los ríos.
Sabed que con los hombres, sus hermanos,
se metió entre el fulgor de
los hachazos
que de la oscuridad se desprendieron
y talaron a España entre sus
brazos.
Y
sabed que Miguel -parte de España-
se desgajó también,
hoja por hoja,
hasta quedar encima de la tierra
no más que el fuego y su camisa
roja.
Más sus canciones vuelan con
el viento
y por la tierra esparcen su semilla.
Miguel se multiplica y se levanta
multiplicado de su hermosa arcilla.
VESTIDA
COMO EL CAMPO
De verde te amo más, con el
vestido
que se parece al campo cuando llueve,
y el campo se emociona y multiplica
su verdura por nueve.
Ataviada de selva, de árbol
joven,
por mi casa mensual cantas, caminas,
y despreocupas las habitaciones
con tu aroma de encinas.
Pienso que te sembré, que soy
labriego,
que tu seno es el fruto de mi arado,
y que te salen hojas de la vida,
y ramas del costado.
Te quiero más así, toda
de verde
olorosa a madera, esperanzada,
como recién salida de la tierra
con la cara mojada.
Déjame recostar sobre tu falda,
soñar que me he perdido en
tu follaje,
y que un hijo me busca como loco
debajo de tu traje.
Me llamo Carlos, soy nuevo, soy de
América,
vivo en el sur de América con
un hijo reciente,
mis pies son claros y anchos como
la madrugada,
mi rostro es matinal, todo mi cuerpo
es verde,
sobre mi pecho pastan búfalos
y caballos
y el sol abre amapolas con su mano
caliente.
Creo en el pescador, en sus pescados
y en sus redes,
me gusta ver el pueblo estrenando
palomas,
siempre espero una carta con noticias
del mundo,
espero el pan, la paz, el amor, los
manteles,
espero mi hijo junto a las estaciones
y pienso que el futuro va a llegar
en los trenes;
defiendo mi esperanza, amo mi juventud,
pongo un beso en la puerta de mi casa,
lo pongo con amor de centinela,
después me voy, me voy de bala
en bala,
de granada en granada deshojando la
guerra.
Yo sé que somos muchos, que
somos casi todos,
somos millones de hombres y de pájaros,
millones de mujeres y de auroras,
somos una familia mundial de resplandores
y no hay un solo hermano que quiera
ser soldado
ni hay un solo soldado
que quiera disparar sobre las flores.
Nadie quiere trincheras, todos queremos
surcos,
queremos tallos en lugar de fusiles,
y en ves de municiones queremos dulces
granos
y graneros repletos de marzos y de
abril.
Todos
están de pie, todos estamos
de pie junto a los años fornidos
que tenemos
y como leñadores trabajamos
y con una corteza de amor nos defendemos.
AMOR
Un deseo constante de alegría
una urgencia perenne de tormento
y el corazón, campana sobre
el viento
estrenando badajos de elegía.
Morir mil veces en un solo día
y otras tantas quemar el pensamiento
en la resurrección, que es
un tormento
de pensar en la próxima agonía.
Ver en pupilas de mujer un llanto
y sorprenderlo convertido en canto
al soñar en un niño
que lo vierte
Esto es amor: candela estremecida
empujando la noche de la vida
hacia la madrugada de la muerte.
Tomado
de
http://granavenida.com/mundopoesia/