Oh mi tierra que lloras los días
perplejos de lágrimas
posadas en filos
disparos cautivos para arrear el absurdo.
Oh mi Antioquia saturada de himnos
y el ego maldito de sectáreos triunfos
que dividen fronteras, esperanzas, quimeras
y adormecen la angustia
de una historia perdida.
Se desgarran mis labios
al clamar penitencias
para que hayan conciencias
que valoren sus vidas
y no se entretengan sermones ilusos
en vanos momentos de apariencia fingida.
Pueblos que murmuran
aguantares de lujo
saboreando el flujo de mis venas rotas
mi amor por Antioquia
sin piedad me derrota
y me tira al recuerdo de un pasado fallido.
Si pudiera limpiar
con la venia del cielo
las memorias quemadas de egoístas paridos
lograría acercar al hombre y al mito
y saldría un clamor del profundo miedo.
Oh montañas derribadas por ciegos
que sin ver el oro se creen benditos
imponen sus leyes e imparten castigos
sin mirar de cerca resquemores de hastío.
Como te lloro mi Antioquia del alma
tan fácil se vive
o se muere en la calma
tu savia se riega porque todos hieren
sin pedir a cambio perdones ni ruegos.
Yo no se si pueda
en mi pobre experiencia
de a poco ir huyendo de mi sombra entera
o tal vez engañando
en pabilos mi tierra
hasta que perezcan del todo mis quejas.