Los paisas (los oriundos
de Antioquia y de los departamentos formados
a raíz de la colonización antioqueña
en el Eje Cafetero) son uno de los grupos
mestizos colombianos más orgullosos
de su pasado y de su cultura. Desde las primeras
imágenes llevadas al cine era evidente
ese regionalismo que a veces ha impulsado
epopeyas y en ocasiones una megalomanía
de parroquia. Antioquia y todo el territorio
paisa fue sede de dos productoras cinematográficas,
la Compañía Filmadora de Medellín
en 1924 y Procinal en 1946, y fue el lugar
de donde surgieron algunos de los primeros
largometrajes: Bajo el cielo antioqueño,
de Arturo Acevedo, Madre, de Samuel Velásquez,Nido
de cóndores, de Alfonso Mejía,
filmes en los cuales se da cuenta de ese orgullo
en lo que se ha supuesto como lo más
típicamente paisa, y que, sin embargo,
no es muy distinto de lo original a otros
pueblos formados por la colonización
de América. Desde esa época
fue clara la principal línea estética
de la obra paisa: el realismo, que con frecuencia
ha derivado en una idealización folclorista,
llamada costumbrismo y que en el último
año encarnó tan patéticamente
la serie Hildebrando (1996), de Iván
Obando, pero que también ha producido
obras importantes, tanto en la literatura
como en lo audiovisual.
Pepe Sánchez, un realizador
bogotano, dirigió una de las obras
que podrían ser representativas del
primer realismo paisa, cercano en apariencia
al costumbrismo, pero de infinitamente más
talento y reflexión: San Antoñito
(1985), basado en el cuento homónimo
de Tomás Carrasquilla, muestra algunos
valores de la raza orgullosa y cómo
estos no son en ocasiones más que la
máscara del pícaro.
Los elementos que han dado
forma a la obra de los paisas son el orgullo
regional, la pasión por el dinero,
la mirada realista y, como en el resto del
país, la violencia, tradicionalmente
política y económica, pero que,
hacia los años ochenta, adoptó
unas formas muy particulares: el sicariato,
el narcotráfico y las milicias. Esa
violencia ha sido protagonista de lo que se
ha hecho y dejado de hacer en Antioquia: ha
matado a unos cineastas y ha acobardado a
otros, ha llamado tanto la atención
que se ha hecho foco de algunos, ha suscitado
reflexión y respuestas institucionales
e individuales. Claras pruebas de esta hipótesis
son: el asesinato del escritor y cineasta
Juan Guillermo López en un asalto,
la serie televisiva Muchachos a lo bien, la
obra de un grupo como la Corporación
Madera Salvaje y de un realizador como Víctor
Gaviria.
Víctor Gaviria, escritor,
admirador del Nuevo Cine Alemán y de
las vidas en la sombra, ha sido autor de algunos
de los más conocidos trabajos de los
últimos años en Antioquia: Los
músicos (1986), un mediometraje que
aparenta ser sobre la amistad y la vida trashumante,
pero que pronto revela ser otra demostración
del lado oscuro de los ideales paisas (el
dinero, el negocio, el rebusque), Rodrigo
D, No futuro (1989), un largometraje que pretende
indagar sobre la vida de los jóvenes
que devinieron víctimas y victimarios:
sicarios, milicianos, punkeros, desempleados.
Rodrigo D fue realizada con actores naturales
y dentro de un estilo absolutamente realista,
casi documental, es una obra ambiciosa e importante,
una obra en la cual también hay poesía,
pero que tiene graves problemas técnicos
y una falta de distanciamiento que en ocasiones
hace pensar en una lumpenización inútil
de parte de sus realizadores. En la actualidad
-fines de 1996-, de nuevo con actores naturales,
Gaviria se encuentra filmando La vendedora
de flores, historia basada en el cuento de
Hans Christian Andersen, La pequeña
vendedora de cerillas, historia que de nuevo
le permite a Gaviria mostrar el mundo nocturno
y doloroso de Medellín.
La Corporación Madera
Salvaje es representativa de una de las alternativas
de producción a las que se recurre
en este momento en el país: prácticamente
sin capital y con muchos desconocimientos,
pero con un talento que se fortalece por la
reflexión conjunta y el trabajo. Sus
obras, dentro de la diversidad del grupo,
proponen miradas sobre lo paisa, la violencia
y el cine. Dos ejemplos: el primero, Madre
de espaldas con su hijo, de Ana Victoria Ochoa
(1995), un documental que a través
de entrevistas con la madre de Pablo Escobar,
revela la precisa manera como este narcotraficante
encarnó los ideales paisas: la rapidez
de pensamiento y acción, la caridad,
una cierta forma de religiosidad y, como fundamento
de todo, la búsqueda el dinero; el
segundo, Diario de viaje, de Santiago Andrés
Gómez (1996), un documental autobiográfico
que narra una visita de varios de los integrantes
de Madera Salvaje al Festival de Cine de Cartagena
y, con esta excusa, reflexiona acerca de sus
distintas posiciones ante la amistad, el cine,
la realidad y la manera como este arte pretende
atraparla.
La serie televisiva Muchachos
a los bien (iniciada en 1994) se creó
como una respuesta de organizaciones no gubernamentales
a los ideales de muerte y lucro rápido
que estaban orientando a la juventud de Medellín.
La serie, a través de documentales
y docudramas, recrea los caminos de muy distintos
jóvenes antioqueños, refleja
la diversidad de pensamientos y de propuestas.
Su mirada no es dulzona, ni moralista, ni
ingenua y, más que de certezas, se
ocupa de indagar en las búsquedas.
Los programas de la serie han sido encargados
a distintos realizadores que dentro de su
diversidad de estilos, tendencias y saberes
han hecho de la serie un crisol enriquecido
en ideas y estéticas. Los realizadores
han sido: Víctor Gaviria, Oscar Mario
Estrada, Jorge Mario Betancur, Germán
Franco, Carlos César Arbeláez,
Jorge Valencia, Luis Carlos Obando, Sergio
Ruiz, Jaime Luis Gutiérrez, Beatriz
Bermúdez, Mónica García,
Liliana Vásquez, Liliana Estrada, Carlos
Augusto López, Juan Alfredo Uribe,
Rodrigo Mora, Gabriel Viera, Luis Alirio Calle,
Carlos Alfonso López, Adriana Sampedro,
Juan Carlos Jaramillo, Carlos López,
Ricardo Corredor, Silvia Posada, Berta Lucía
Gutiérrez y Margarita Gómez.
Bajo un cielo Antioqueño