La ciudad de Medellín choca contra las montañas 
                        con la misma violencia con que las olas del mar se estrellan contra 
                        los arrecifes que se interponen en su conquista de la tierra. Impulsada 
                        por la atracción de la luna, Medellín se mece en un 
                        incesante contoneo ondulante que recuerda la superficie marina, unas 
                        veces tan calma y discreta como durante aquellos días de verano 
                        en que el céfiro del norte juguetea cálido e inocente 
                        con las gotas; otras en cambio, como el frenético estallido 
                          que se produce de la súbita aparición de un tornado. 
                          La ciudad inunda de esta forma el valle que abandonara el río, 
                          recluido hoy al fondo del valle, con el característico desinterés 
                          que, como a los adolescentes, lo caracterizó en su juvenil 
                          prehistoria. Las montañas cierran el paso a una ciudad que 
                          busca abrirse camino hacia el cielo, expresión primigenia de 
                          la lucha entre el humano y la naturaleza por habitar, del debate por 
                          poseer.
                      En su extensa e interesante obra Isaac Asimov caracteriza 
                        al ser humano como un ser cuyo fundamento ontológico, cuya 
                        razón de existir, es la expansión. Cuando, continuando 
                        con la propuesta de Asimov, el humano se encuentra con la imposibilidad 
                        de batir los limites, desaparece lentamente; la existencia deja de 
                        tener sentido. De acuerdo con esta perspectiva la "naturaleza" 
                        humana consiste en remontar los límites que impone tanto la 
                        naturaleza como la tradición. Seguramente los límites 
                        son imposiciones culturales pero posiblemente la superación 
                        de dichas imposiciones son usadas como marcadores de éxito. 
                        La superación del límite se constituye entonces en una 
                        expresión del uso del poder social, hecho que a su vez posee 
                        la potencialidad de generar el sentimiento de pertenencia y de identidad 
                        al agregado social particular. A escala social nos reencontramos con 
                        una de las características ya tan discutidas que han sido atribuidas 
                        al humano: la paradoja. Ante el movimiento de dilatación del 
                        ser humano, la sociedad y la ciudad, surge una fuerza de gravedad 
                        que mantiene unido al agregado. Si aceptamos que el universo comparte 
                        este movimiento de palpitación, de contracción y expansión, 
                        con el ser humano, ¿sería acaso posible hablar de un 
                        rasgo universal?
                      Sin pretender ir tan lejos, el objetivo particular 
                        de esta etnografía de Medellín consiste en realizar 
                        una lectura de la gramática, de aquel lenguaje verbal y no 
                        verbal que subyace a las formas, a los trayectos, a los lugares, a 
                        la memoria... y al deseo que nutren la dinámica de la ciudad. 
                        Esta descripción e interpretación de Medellín 
                        está inscrita en la concepción de ser humano esbozada 
                        en el párrafo anterior que, junto con las ideas que aparecen 
                        junto a ella desarrollaré más adelante. Además, 
                          es mi propósito hacer un intento de exploración de mi 
                          propia forma de observar y de acercarme a las actividades expresivas 
                          humanas como desarrollo de la percepción particular como antropólogo.
                      Esta etnografía fragmentada está constituida 
                        por una serie de etnografías a través de las cuales 
                        no pretendo establecer una unidad narrativa aunque sí temática. 
                        Es un ejercicio de observación y reflexión. Pretendo 
                        realizar un acercamiento global a Medellín a través 
                        de contados elementos particulares. Como Malinowski anotara, la antropología 
                        es la gran conversación, el gran diálogo. Esta etnografía 
                        es una aproximación a ese exigente ejercicio de diálogo: 
                        de diálogo con la ciudad.
                      Dirigir la mirada
                      En muchas ocasiones visité Medellín 
                        durante mi infancia y adolescencia. Mis relaciones de parentesco consanguíneo 
                        las tengo, en su gran mayoría, con personas oriundas de allá. 
                        A manera de ritual, de hábito, cada seis meses nos desplazábamos 
                        junto con mi familia nuclear a revitalizar los lazos 
                          familiares; a compartir las festividades. Las rupturas en la cotidianidad 
                          social que ofrece nuestra cultura nos servían de pretexto para, 
                          por unos días, hacer de la familia una unidad completada, de 
                          reanimar los lazos de parentesco en torno al pariente vivo más 
                          viejo del que todos provenimos. Tal parece que en la sociedad que 
                          habitamos la norma tiende, en algunas esferas sociales, hacia la individualización 
                          creciente de sus miembros. El carnaval, expresado en las fiestas religiosas 
                          y políticas, espacio donde las categorías sociales se 
                          invierten, cuyo carácter es liminal y por lo tanto sagrado, 
                          se aprovecha hoy día para la intersección de viejas 
                          maneras de estructurar la sociedad, de brindarle coherencia y cohesión. 
                          Yo participaba de esa acción cohesiva con la mirada inmanente 
                          que caracteriza a la identidad.
                      Durante aquella época disfruté de los 
                        paisajes, de las comidas, de las costumbres, de la hospitalidad... 
                        como un navío que a la deriva es orientado por los vientos 
                        y las corrientes marinas ajenas a su voluntad.
                      En cierta medida Medellín presenció 
                        y nutrió mi existencia mientras que yo la habité sin 
                        presenciarla. Durante el último viaje de re-conocimiento por 
                        primera vez la ciudad me miró a los ojos. Este hecho resulta 
                        muy metafórico cuanto evoca en mí aquellos viajes de 
                        aquellos seres míticos que iban más allá del 
                        límite de lo conocido para descubrir la verdadera esencia de 
                        la verdad, puesto que en cierta medida este viaje fuera de mi ciudad 
                        se constituye en un trayecto hacia el conocimiento o al menos hacia 
                        la interpretación y en todo caso un viaje fuera de mí.
                      Mentefactos de la Ciudad
                      En Medellín la palabra circulación, 
                        concebida inicialmente como tránsito vehicular, en su acepción 
                        que evoca lo circular, tiene todo el sentido textual. Ciertamente 
                        uno de los rasgos característicos es la presencia de rompois 
                        o glorietas a lo largo y ancho de la ciudad. Tienen la función 
                        de regular el flujo del tránsito en cruces importantes, reemplazando 
                        a los semáforos. El ciudadano tiene la impresión de 
                        recorrer la ciudad en un recorrido que se puede describir como alrededor. 
                        Incluso las rutas de los buses percibidas como las más importantes 
                        son llamadas circulares. Son ellos los que intercomunican los extremos 
                        de la ciudad. Por ello representan un papel muy importante en el transporte 
                        de las grandes masas de trabajadores y estudiantes que cada mañana 
                        se dirigen a sus lugares de trabajo o de estudio. Estos trayectos 
                        nos recuerdan un viaje de la periferia al centro, polarizando la ciudad 
                        en áreas de vivienda y áreas de trabajo, mismas que 
                        van a caracterizar los rasgos particulares de cada una. El movimiento 
                        de la ciudad está muy marcado por el trayecto hacia los centros. 
                        La vida económica, política y social se desarrolla en 
                        el centro de la ciudad y es en el centro donde se encuentran aglomeradas 
                        en mayor densidad las estaciones del metro.
                      "A lo largo" del centro se suceden los 
                        edificios de las diferentes entidades políticas, económicas, 
                        religiosas, administrativas, educativas, culturales e industriales. 
                        El Centro sigue un patrón de asentamiento 
                          a lo largo del río y al parecer a partir del río se 
                          organizaron las principales edificaciones en primera instancia. Una 
                          manifestación monumental del centro es el péndulo que 
                          se erige como señal del centro del valle pero que, según 
                          nos fue dicho, es sólo una metáfora del centro pues 
                          no es el centro geográfico real. Está además 
                          asociado a una obra de ingeniería civil: un puente de trayectos 
                          complejos. Se une la noción de centralidad con la noción 
                          de progreso, a su vez asociado con proceso tecnológico, diciéndonos: 
                          Medellín es centro de progreso tecnológico y económico. 
                          Promueve valores apropiados por la administración política 
                          como proyecto ideológico, como plan gubernamental.
                      Los polideportivos se han convertido en lugares neutrales, 
                        en lugares de nadie. A su vez el deporte es hoy por hoy, en parte, 
                        un regulador de los conflictos entre los diferentes territorios tribales 
                        de la ciudad. Es de ellos de donde surgen los ídolos populares 
                        que en su mayoría son futbolistas. Los polideportivos generan 
                        y median dinámicas entre la población juvenil; constituyen 
                        estrategias de re-apropiación del entorno y de re-establecimiento 
                        de nuevas relaciones. Una nueva lucha simbólica por los signos 
                        de la ciudad, en la que se re-definen o afirman las viejas identidades, 
                        las antiguas pertenencias.
                      Medellín se construyó a partir de la 
                        unión de diferentes municipios. Tales municipios fueron creciendo 
                        al rededor de las plazas principales, organización tradicional 
                        de los asentamientos durante la colonia. Se organizaron a lo largo 
                        y ancho del valle orientados por el río. El río ha 
                          sido uno de los principales ejes sobre los que la ciudad se ha erigido. 
                          Hoy día se ha institucionalizado el programa Mi Río 
                          cuyo propósito fundamental consiste en recrear sentimientos 
                          de pertenencia de los "paisas" como símbolo de la 
                          antioqueñidad.
                      Durante la temporada decembrina el paseo por la vía 
                        del río, iluminada con alumbrados alusivos a la Navidad, congrega 
                        un sinnúmero de actividades recreativas, culturales, políticas 
                        religiosas además de constituirse en una fuente de estrategias 
                        económicas dentro de las que se ven desde las ya tan populares 
                        y tradicionales empanadas hasta juegos de tiro al blanco. El metro 
                        fue construido a lo largo del río y sólo se aleja de 
                        este para adentrarse en el Centro.
                      Dentro del contexto de la contaminación de 
                        las grandes ciudades, el río en Medellín ha entrado 
                        a formar parte del orgullo de la ciudad como el río recuperado, 
                        dentro de las nociones de ecología que están tan en 
                        boga por estos días junto con los discursos de la sostenibilidad 
                        del medio ambiente y junto a la tradicional construcción de 
                        la naturaleza como recurso del progreso. Es parte de la ciudad vitrina 
                        y la ciudad museo; de la ciudad que se muestra al extranjero. El río 
                        es pues uno de los citemas más importantes de Medellín, 
                        no sólo por las nuevas estrategias de apropiación sino 
                        también por vernáculas tradiciones enraizadas en la 
                        nutricia tierra que es el pasado. Los municipios de los que hacía 
                        mención arriba, localizaron su crecimiento concéntrico 
                        a lo largo del río. Cabe imaginar que importantes actividades 
                        de la vida de esos pueblos estuvieron centradas al rededor del río. 
                        Tradiciones construidas durante cuatro siglos de lucha de signos, 
                        lucha de costumbres y lucha armada relacionadas con el río 
                        que fueron desplazadas por las nuevas dinámicas económicas 
                        neoliberales y por el ideal moderno del progreso tecnológico 
                        son tratadas de recuperar mediante su redefinición.
                      En síntesis, uno de los citemas más 
                        importantes que construyen a Medellín es precisamente el centro, 
                        o mejor, lo céntrico como categoría conceptual manifestada 
                        en multitud de expresiones. Lo céntrico son las plazas, los 
                        parques, los polideportivos, los actos de habla como citemas con los 
                        que se hace referencia y se recorre la ciudad. Es ese lugar común, 
                        embrión de la civitas, de la polis, de la ciudad; ese lugar 
                        señalado que, reconocido, posee un significado marcado por 
                        el signo. Aquello que tiene sentido es susceptible 
                          de ser habitado, de serposeído
                      Trayectos urbanos
                      Una etnografía interesante de cualquier ciudad 
                        podría constituirse alrededor de los taxis. En el caso particular 
                        de Medellín un vistazo aéreo sobre cualquier zona del 
                        centro revela el elevado porcentaje de taxis con relación a 
                        automotores particulares y públicos. Según el Colombiano 
                        "en la capital antioqueña están matriculados 18000 
                        taxis pero circulan 25000" , es decir, sobran 7000 taxis.
                      El taxi es otro interesante citema para construir 
                        ciudad puesto que además de constituirse en una estrategia 
                        económica generalizada como respuesta a la crisis económica 
                        es también una red de comunicación de cultura ciudadana; 
                        es un fenómeno que estructura redes de relaciones sociales 
                        entre un gran número de personas y solidaridades; constituye 
                        uno de los centros informativos de la charla ocasional espontánea 
                        por excelencia, del intercambio de datos cotidianos, curiosos, interesantes; 
                        alrededor del taxi se generan sentimientos de identidad y pertenencia; 
                        es un medio para habitar la ciudad. El taxista es un testigo mudo 
                        del mundo público, callejero. Así lo percibí 
                        cuando entablé una charla ocasional espontánea con un 
                        taxista de cuyos servicios hice uso a eso de las 11 de la noche.
                      En nuestra charla, en esa charla con un interlocutor 
                        desconocido, que así permanece en la gran mayoría de 
                        los casos, pude enterarme de una problemática extendida y compartida 
                        por muchos del gremio, además de algunos datos sobre la ciudad. 
                        Orgulloso me contó sobre las cámaras de seguridad que 
                        durante las veinticuatro horas vigilan lugares nodales y críticos 
                        de Medellín. Esas cámaras atestiguan a la ciudad vigilada, 
                        a la ciudad panóptico, esa metáfora que Michael Foucault 
                        hiciera de la propuesta de Jeremías Bentham sobre aquel regulador 
                        social concebido como la mirada de alguien a quien no se puede ver; 
                        aquella mirada que nos hace mirar a nuestro alrededor cuando nos tropezamos 
                        en la calle; ese vigilante encarnado en la multitud indiferente. La 
                        ciudad panóptico comienza a realizar ese movimiento de camuflación 
                        de la cámara en sí misma que da como resultado un citema. 
                        El taxista lo había apropiado como citema, como elemento identificador 
                        de la ciudad.
                      Más que el taxi, pero junto a él, el 
                        verdadero vehículo de construcción de ciudad es el taxista. 
                        El taxista es una figura idealizada, estigmatizada, mitificada; el 
                        taxista es un signo de la gramática de la ciudad.
                      La relación entre el taxista y pasajero en 
                        Medellín, por contraste con lo que sucede en Bogotá, 
                        por ejemplo, es de mayor cercanía. Es muy normal que cuando 
                        es un hombre el que toma un taxi, este se sienta en el asiento delantero, 
                        hecho que redefine las relaciones de proximidad y de subordinación. 
                        La diferencia que establece el que la mujer se siente en la silla 
                        de atrás es un indicador del rol diferenciado por sexos. Hay 
                        un sinnúmero de observaciones que podrían hacerse sobre 
                        el taxi y su trayecto a través de la ciudad pero exceden el 
                        espacio y los parámetros de esta etnografía.
                      El viaje en taxi o en bus es la intimidad con la 
                        calle, con el callejón, con la acera; es la relación 
                        cara a cara con las edificaciones con el peatón. En el viaje 
                        en el metro elevado la ciudad abandona su rostro humano y adquiere 
                        rostro de ciudad. La ciudad se personifica en sí misma como 
                        más que la suma de todas esas partes que se observan a través 
                        de la ventanilla. Las grandes catedrales, los edificios, las casas, 
                        los ahora "lentos" automóviles, los diminutos transeúntes, 
                        parecen móviles de maqueta. La grandeza de los grandes monumentos 
                        se desmitifica. El metro transgrede el centro histórico, lo 
                        viola. Su presencia transforma el entorno: lo uniforma con sus colores, 
                        sus texturas industriales, sus materiales y sus sonidos. Cuestiona 
                        y redefine los ritmos de la ciudad y la ciudad se adapta a estos nuevos 
                        ritmos. Medellín se hace corta y fugaz. El tiempo urbano se 
                        reduce permitiendo la introducción de nuevas actividades. Por 
                        otro lado, el metro inscrito en un discurso de la modernidad, no importa 
                        que el metro transgreda los centros tradicionales, ni que pase por 
                        encima de ellos; lo que realmente importa es que, emulando un modelo 
                        de progreso tecnológico, se constituye en lo que la gente, 
                        poco tiempo después de su terminación, cuando a su paso 
                        se detenía incluso el tráfico y la gente se paraba, 
                        gritaba: ¡El orgullo paisa! Se evidencia en fenómenos 
                        como este la ciudad mimo, en la acepción original del término 
                        que significaba imitar -de ahí mímesis-.
                      
                      La Ciber-urbe
                      Medellín como centro y como ciudad del modernismo, 
                        planificada o, como Pere Salavert la llamara, la ciudad locomotora 
                        de vapor está siendo mantenida por la administración 
                        pública, política y estatal. A través de la construcción 
                        mítica y de la racional el gobierno municipal está aportando 
                          enlaces de unión entre los diferentes islotes, entre las diferentes 
                          tribus urbanas [Mafessoli;1990].
                      Junto con la ciudad vigilada por las cámaras; 
                        junto con la calle usada por algunos como trayecto, como flujo, como 
                        no lugar; junto a los centros comerciales; junto a los nuevos centros, 
                        encontramos el Edificio Inteligente ubicado en el Centro Administrativo 
                        la Alpujarra. Descubrimos ahora a la ciber-urbe, a la tecnópolis 
                        como encarnación del último proyecto postmodernista 
                        del humano ideal: orgánico, cultural y automático. La 
                        ciber-urbe se instala en la individualización homogeneizante, 
                        en la atomización en masa de individuos programados por la 
                        cultura light, de la pasarela, de lo inmediato, de la encuesta estadístico-manipuladora, 
                        de la puesta en espectáculo, del placer mediatizado, de la 
                        opinión pública dictada por la publicidad a través 
                        del cuarto poder: la comunicación.
                      Un rasgo que percibí al respecto durante el 
                        seminario Figuras de la ciudad, dictado por Pere Salabert Solé, 
                        es la avidez de las juventudes por asirse a un modelo a seguir. Sin 
                        cuestionarla -la puesta en escena, el espectáculo, la demagogia, 
                        la teatralidad, la ritualización... que es un seminario- la 
                        propuesta fue casi en su totalidad y casi en la totalidad de los asistentes 
                        apropiada e incluso defendida. En un momento dado el "público" 
                        se dividió en dos bandos entre los que, de cierta forma, hubo 
                        fricción. Esto en cierta medida evidencia una generación 
                        de lo dado por sentado y de una gran inseguridad por lo que la ciudad 
                        en su tradición les puede ofrecer. Encontramos de nuevo a la 
                        ciudad mimo.
                      La Ciudad Paisa
                      Para caracterizar de alguna forma a Medellín 
                        podría decirse que es la Ciudad Paisa. Todo se organiza en 
                        torno a la antioqueñidad y al sentimiento de pertenencia regional. 
                        Medellín es entonces la expresión superlativa de un 
                        sentimiento de identidad forjado fundamentalmente en la historia y 
                        en la estigmatización de unos valores que aunque en permanente 
                        cambio son percibidos de igual forma a través del tiempo.
                      Cualquier producto social de proporciones sociales 
                        es apropiado como parte del orgullo paisa. No importa si rompe la 
                        tradicional circularidad de la ciudad o pasa por encima de los más 
                        importantes centros históricos como en el caso del metro; no 
                        importa que las plazas y parques sean transformadas y rediseñadas 
                        por las nuevas estrategias económicas y comerciales. Lo que 
                        importa es que la ciudad condensa su identidad sobre múltiples 
                        transformaciones estructurales [Lévi-Strauss, 1994]. Desde 
                        este punto de vista el sustrato del citema es el sentido; es el tema 
                        que se manifiesta en los factos y artefactos.
                      El citema es ese mentefacto que construye ciudad. 
                        Lo que sucede es que el citema es manifestación particular 
                        de formas de vivir la ciudad, de vivir lo medellinense. De esta forma 
                        lo medellinense se atomiza en infinidad de prácticas. Lo interesante 
                        de la etnografía consiste, desde esta perspectiva, en poder 
                        dar cuenta de esas prácticas que, siendo sustrato de una misma 
                        identidad, configuran diferentes formas de vivir la ciudad y estructuran 
                        al interior de ella subunidades en su gramática.
                      Esta pugna polisémica entre la identidad y 
                        la alteridad es heredada por la ciudad del ser humano mismo. La construcción 
                        de la identidad como representación del sentido común 
                        o lógica natural hace parte del ejercicio de pensarse como 
                        homogéneo. La ciudad, como construcción de esa identidad, 
                        como práctica del habitar, es aquella búsqueda por ordenar 
                        el des-orden que introduce el ser humano en su infinita posibilidad 
                        por dar sentido a todo . La ciudad, como su gestor, contiene al mismo 
                        tiempo a la univocidad -entendida como la correspondencia uno a uno 
                        entre causa y efecto, la significación única de los 
                        objetos- y a polisémia -entendida como la posibilidad de otorgar 
                        cualquier sentido a cualquier cosa, como la capacidad creativa y creadora 
                        del mundo que poseemos los humanos-. Por ello la ciudad es paradójica 
                        y conflictiva; es escenario sempiterno del debate, de la lucha de 
                        los sentidos que se le quieren otorgar a ella misma para que pueda 
                        ser ordenada, domesticada, normatizada, poseída, habitada... 
                        Las liminalidades trazadas por aquellos que luchan los sentidos son 
                        el escenario callejero de la guerra de las significaciones. De ahí 
                        que los territorios urbanos sean constantemente sacralizados y secularizados. 
                        La ciudad es entonces una práctica humana por excelencia.
                      Lo medellinense se encarna en la Avenida Guayaquil 
                        y en la Plaza de Envigado; en el señor que, transitando por 
                        el centro, lleva carriel y sombrero; en el característico acento; 
                        en la presencia invariable del puesto de empanadas en todos los barrios 
                        y centros comerciales; en los equipos de fútbol Nacional y 
                        Deportivo Independiente Medellín cuyos emblemas cubren las 
                        tumbas de los más fervientes fanáticos que ni un sólo 
                        domingo faltaron a la cita futbolística en el estadio, para 
                        quienes la derrota fue motivos de lágrimas, 
                          e incluso de muerte; para quienes la victoria era la motivación 
                          que daba sentido a sus vidas; en los aún vivos muertos visitados 
                          con frecuencia en los cementerios repletos y en obras de ampliación; 
                          en la violencia que todos sufren y cuyo furor compartieron durante 
                          la última década; en el sicario de la comuna que se 
                          convierte en el ídolo y en el centro focal de organización 
                          de una unidad social.
                      Por todo esto el citema más importante es 
                        la misma ciudad de Medellín cuanto es el haber nacido en ella 
                        lo que identifica a las personas como paisas, como Medellinenses en 
                        último término. Más allá de las tribus 
                        urbanas, de las comunas que desbordan las cumbres de las montañas 
                        aledañas, más allá de todo esto está el 
                        apego a la tierra y en este sentido Medellín es predominantemente 
                        una ciudad mito.
                      Como la arena entre los dedos de las manos, a veces 
                        pareciera que la ciudad se desborda por entre las geografías 
                        escarpadas del Valle de Aburrá. Pareciera también que 
                        Medellín se estuviera derramando tal como ocurre a las ciudades 
                        amebas descritas por Salavert .
                      Sin embargo, Medellín, como cualquier ciudad, 
                        es palimpséstica. Sobre un mismo espacio geográfico 
                        se superponen distintas ciudades: la ciudad de la memoria [Calvino; 
                        1995], construida sobre los recuerdos, sobre la marca fosilizada que 
                        llega hasta el presente donde "...los deseos son ya recuerdos" 
                          contenidos en las calles, aceras, basureros, jardines... y en las 
                          relaciones entre estos; la ciudad del deseo, de la cual nos hacemos 
                          voluntariamente esclavos; la ciudad de los signos, de los debates, 
                          de las pugnas; las ciudades tenues, que se hacen presentes en las 
                          sombras; la ciudad utópica, que es usualmente a través 
                          de la cual las gentes describen su ciudad y que está en estrecha 
                          relación con la ciudad planificada, con la ciudad locomotora 
                          de vapor, que en su progreso se devora a sí misma; la ciudad 
                          mítica, que se considera como el ombligo del mundo; la ciudad 
                          mimo; la ciudad ameba, que se derrama, se desborda como algún 
                          personaje en un cuadro de Botero, como una solución saturada. 
                          La ciudad se desborda pero se desborda de forma cuadricular, circular 
                          y caótica y al desbordarse de esta forma también se 
                          autocontiene.
                      ==================================================
                        Referencias Consultadas
                          Ø Calvino, Italo. Las Ciudades Invisibles.Minotauro, 
                            México D.F., 1995
                            Ø El Colombiano, Septiembre 23 de 1998
                              Ø Lorite Mena, José. Orígen 
                                del Lenguaje. Mimeógrafo, Universidad de los Andes
                      Ø Leach, Edmund. Cultura y Comunicación. 
                        Siglo Veintiuno Editores, 1978
                      Ø Salavert Solé, Pere. Seminario 
                        Figuras de la Ciudad, Universidad de
                    Antioquia, 1998