DECLARACIÓN
DE AMOR
Del modo de ser del antioqueño
Por: Belisario Betancur
Cuartas
INTRODUCCIÓN
EXCESO DE AMOR
Escrito para un folleto de ocasión
en agosto de 1988.
Al empezar a escribir estas notas no sentí
la angustia de la página en blanco,
porque pensé:"si hay un tema
que domine en el mundo, es éste".
Craso error: a medida que empecé
a organizar ideas me fui dando cuenta
de que con Antioquia me pasa lo que a
todos con las cosas más cercanas
y amadas: cuanto más grande sea
el amor, más difícil es
expresarlo. De ahí el horror que
produce la enunciación de un poema
a la madre, o de un canto a la Patria.
Pasaron años antes de que incursionara
por Manrique (el clásico poeta,
don Jorge, no el barrio bravo y tanguero
de Medellín) y me asombraran y
emocionaran sus Coplas a la muerte de
mi padre. En ellas descubrí que
la belleza de ese poema consiste en hablar
en abstracto de la muerte, no en particular
de la del progenitor; y en despojar el
relato de todo carácter personal,
para volverlo universal y abstracto.
Los circunloquios anteriores son un pretexto
para confesar que no sé escribir
sobre Antioquia, por exceso de amor. Y,
menos, sé explicar por qué
el antioqueño es como es: colombiano
diferente de los del resto del país
excepción hecha de los antiguo
caldenses, directos descendientes;
gusta de una comida distinta; habla de
otra manera; y ese fuerte idioma local
se queda eternamente y aparece, a modo
de palimpsesto, en los acentos y en los
giros de los idiomas que, con torpeza,
logra aprender. Y, a pesar de todas estas
diferencias, el viejo Alfonso López
Pumarejo decía que los antioqueños
son el pulso de Colombia. Antioquia tiene,
tal vez, la más grande porción
de costa sobre el mar Caribe, pero el
antioqueño no se considera (ni
lo consideran) costeño.
Aunque tampoco cachaco, ya que los mismos
costeños, autores de la discriminatoria
clasificación, lo llaman simplemente
paisa. Son exagerados, los paisas, muy
exagerados, en todo; inclusive su humor,
grueso y un poco incomprensible para los
no antioqueños, se basa en la exageración
desmesurada, en la hipérbole desbordada.
Su territorio es una isla rodeada de montañas
por todas partes; pero sería injusto
asignarles a ellas tanto los vicios como
las virtudes. ¿Cómo explicar,
sólo por el posible aislamiento
al que lo han condenado las montañas,
la creación de la más poderosa
industria textil, para mencionar una sola
modalidad industrial; y el surgimiento
de escritores de la talla de don Tomás
Carrasquilla, Efe Gómez y Manuel
Mejía Vallejo? O la existencia
de un fuerte movimiento plástico,
en el que han sobresalido el Maestro Cano,
Marco Tobón Mejía, Débora
Arango, el internacionalmente famoso Fernando
Botero. Y entre los escultores (también
lo fue Pedro Nel y lo es Botero) José
Horacio Betancur, autor de guaguas y de
mitos; Salvador Arango, el iluminado Rodrigo
Arenas Betancur, de quien García
Márquez dice que es el mejor escritor
de Colombia.
En la música popular están
Tartarín Moreira, mítico
autor de tangos; Carlos Vieco el de Hacia
el calvario, con la colaboración
poética del anoriseño León
Zafir; Jaime R. Echavarría, de
las dulces baladas y las dulces serenatas
de amor; y en la música culta,
Blas Emilio Atehortúa en la composición;
y Blanca Uribe y Teresita Gómez,
en la ejecución.
Es tan particular el antioqueño,
que tiene probablemente el único
tratado en verso sobre cómo sembrar
y recolectar maíz, escrito por
el gran poeta cejeño, nacionalizado
en Sonsón, Gregorio Gutiérrez
González: la Memoria sobre el cultivo
del maíz en Antioquia. Y, siempre
a contrapelo de la fama de pragmáticos,
han aportado, además de grandes
periodistas como los Cano, Rendón
y los Gómez Martínez, a
naturalistas como Joaquín Antonio
Uribe; las prdeundas voces de los poetas
Porfirio Barba Jacob, Epifanio Mejía,
el maestro León de Greiff, al malogrado
Edgar Poe Restrepo, Carlos Castro Saavedra,
Jorge Robledo Ortiz. Y el grito disidente
y puro de las huestes nadaistas, al mando
de su prdeeta, Gonzalo Arango.
Advierto que en este elenco arbitrario
y desordenado son más los nombres
que faltan, que los que están.
Pero no abundo para no convertir esta
nota en interminable lista telefónica.
Y conste que ésta no es otra exageración
antioqueña. Ineluctablemente (la
palabra es de Barba) al hablar de Medellín
hay que hablar de tangos. En el tema somos
expertos: los primeros del mundo. Los
componemos, cantamos, bailamos, celebramos,
criticamos, recordamos. No debió
ser casualidad que Gardel acabara muriendo
en el aeropuerto de Medellín (Las
Playas, según los conservadores;
Olaya Herrera, según los liberales).
Para comprobar nuestra supremacía
tanguística, va un cuento: un amigo
mío, bogoteño él
(así nos llaman en Medellín,
peyorativamente, a los antioqueños
que vivimos en Bogotá), tuvo la
desacertada idea de encargarle a su esposa,
que viajaba a la Argentina, Tango negro.
Cuando ella llegó a Buenos Aires,
visitó varias tiendas especializadas,
en compañía de nuestro agregado
cultural, como correspondía al
caso; y al dar el título, la miraron
como a marciana recién desembarcada
y le dijeron: "Señora, ese
tango no existe (o no lo conocemos)".
Una semana más tarde mi amigo viajó
a Medellín y yo le recomendé
un sitio en donde buscar Tango negro;
y allí encontró tres versiones
distintas del tango que no
conocían en Argentina.
Manuel Mejía Vallejo, que sabe
del tema, por antioqueño y por
autor de esa hermosa novela que se llama,
precisamente, Aire de tango, dice que
el amor por los tangos se produjo en las
dos ciudades, Buenos Aires y Medellín,
porque en ellas se estaban presentando
simultáneamente los fenómenos
de migración del campo a la ciudad
y entonces se reunían los campesinos,
recién llegados, a recordar sus
campos y sus novias campesinas, vestidas
de percal y, tal vez, ahora convertidas
en paicas. Así que el tango, según
Manuel, nace de la nostalgia. Y oyéndolos
uno se inclina a creerle.
Con explicaciones o sin ellas, el tango
echó prdeundas raíces en
Antioquia y si debemos encontrar sus exégetas,
han de buscarse más bien en el
barrio Manrique, o en lo que quedó
del viejo barrio Guayaquil, en Medellín;
más que en la Boca o en Caminito,
en Buenos Aires.
Hasta aquí llego: sólo quería
contarles que soy incapaz de decir mi
amor a Antioquia y a su capital, Medellín.
Si alguna duda les queda sobre esta aserción
les ruego, a manera de castigo, releer
las líneas precedentes. Quiero
dejar una advertencia final: recuerden
que la luz de Medellín no titila.
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CAPÍTULO II
PASADO,
PRESENTE Y FUTURO
ANTIOQUIA EN BUSCA DE SÍ MISMA
Foro en el Recinto Quirama, Carmen de
Viboral. Publicado en el suplemento literario
de El Colombiano, Medellín, octubre
14 de 1973.
1.
EL SUBSUELO HISTÓRICO
Haríamos a Antioquia el mejor homenaje
si, aprovechando que estamos entre antioqueños,
aplicáramos sinceridad al repaso
de nuestro presente, a fin de indagar
si seguimos siendo los mismos y si continuamos
guardando el compás, para de allí
extraer alguna lección útil
a nuestro futuro.
Ante el país aparecemos como un
Departamento líder, poseedores
de un patrimonio cultural amasado con
viejas virtudes y guardianes de una tradición
hazañosa de esfuerzo y de grandeza.
Examinada
a fondo la realidad, nosotros más
conscientes y mejor versados en nuestros
propios asuntos que el resto de nuestros
compatriotas, vemos descarnadamente, sin
embargo, que en este diagnóstico
hay una superposición de imágenes:
sobre la realidad de nuestros días,
flota el velo de un pasado rico en realizaciones,
tan prestigioso que puede plantear un
riesgo de engaño y tergiversación.
Lo
que importa es, entonces, separar del
primer manto de nuestro subsuelo histórico,
los fenómenos contemporáneos,
y ver fríamente los problemas de
hoy con óptica realista.
2. ESTA FUE LA ODISEA
Antioquia hizo lo que hizo, agobiada por
toda suerte de limitaciones. Superarlas
fue su odisea.
Cabe preguntarse si tan atrevido gesto,
capaz de allanar la adversidad, hubiera
hecho y estaría haciendo más,
ahora, cuando los ingredientes del momento
son un escenario enteramente propicio;
o, en otras palabras, si lo bueno que
vemos en presente se debe más al
tradicional impulso, afianzado por el
poderío de la voluntad que crea
y organiza, o, quizá, en mayor
medida, a factores nuevos, representados
en la acumulación y capitalización
ingente de un caudal heredado.
Me atrevería a responder, y lo
afirmo como quien plantea una inquietud
objetiva, que la vieja Antioquia tal vez
hubiera aprovechado mejor el concurso
de los nuevos tiempos para incrementar
y enriquecer de mil maneras los anales
de su vida colectiva, que lo que estamos
haciendo nosotros.
Es
una constante histórica que tras
los esfuerzos creadores vienen las tareas
de la administración; tras la aureola
de los héroes desfila la inteligencia
burocratizada.
Y
ello no solamente aquí.
Importa
que en esto se medite para que, si hay
algún ápice de razón,
lo apreciemos con el ánimo de aumentar
el sentido creador de la tarea que corresponde
a toda clase auténticamente dirigente.
3. UNA VERDAD DEFICIENTE
Es pertinente apuntar aquí algo
que se relaciona con los caracteres más
peculiares de toda comunidad, y frente
a lo cual existe la tendencia de tomarlo
como calidades congénitas o históricamente
invulnerables.
La verdad es un poco diferente.
Cuando
sobrevienen hechos nuevos, cuando esas
comunidades se mezclan, cuando se pone
fin a su primer encierro y su mundo se
abre a influencias externas, los rasgos
más típicos tienden a atenuarse.
A
la idea de la Antioquia clásica,
mítica y legendaria, hay que proyectarle
ahora realismo: las especiales circunstancias
que le sirvieron de cuna, están
siendo sustituídas por grandes
fuerzas transformadoras.
No
hay que soñar con la supervivencia
de un modelo eterno: la más ligera
observación de nuestra vida cuotidiana
señala a uno y otro lado, ininterrumpidamente,
manifestaciones inéditas del comportamiento.
Y lo más importante no consiste
en mantenerse atados a una idea de cómo
la realidad es, sino en seguir sus evoluciones
para ir traduciendo sin cesar el acervo
considerado mejor, al lenguaje de los
nuevos hechos.
4. NUESTRA MAYOR RESERVA
Al conjuro de esta convicción,
quiero invitarlos a enfocar un interrogante:
¿Cuál ha sido en el pasado
nuestra mayor reserva, aquella fuente
de donde siempre fluyó nuestra
fuerza creadora más grande? ¿El
itinerario de nuestros comportamientos
demuestra que, de veras, estamos apelando
a este eje de nuestro desarrollo, para
aprovecharlo en las empresas del futuro?
Permítanme formular al respecto
un diagnóstico sin adulaciones:
en el pasado nuestros padres y abuelos
hicieron a Antioquia pensando en Antioquia;
hoy la queremos hacer pensando en su epicentro,
Medellín.
Parece
como si nos hubiéramos propuesto
construir una capital. Exprimir la esponja
para edificar una gran ciudad o una poderosa
área metropolitana. Ello como si
todo fueran corrientes tributarias, orientadas
por el sentido de un proceso de desarrollo
convergente, que se nutre de las últimas
energías de un organismo exhausto
en cuyo latir resuenan ecos de una decadencia.
A medida que las cifras en que fundamos
nuestro optimismo se suceden y expanden,
se hace más visible que dilapidamos,
no por deliberación sino por desenfoque
y por descuido, el mejor venero de nuestras
energías; y malgastamos ese rico
caudal que hoy desmaya frente a una urbe
desmesurada, bella y próspera,
que amamos entrañablemente, pero
en cuya ola de crecimiento va envuelta
secretamente la segregación de
la Antioquia de siempre.
5. EN LOS CAMPOS Y PUEBLOS
¡Reitero mi prdeesión de
amor a nuestra capital! ¡Pero me
declaro pueblerino! Antioquia se hizo
en los campos, en los pueblos y en los
caminos: ¡donde estaba la gente,
que era todo su nervio!
La
sustancia de su mística, de su
emoción y de su pensamiento; el
ascenso de su proceso histórico;
las peculiares maneras y estilos de su
trabajo, todo aquello positivo en que
se asienta la aureola que nos circunda,
viene de allí y está denunciando
este fenómeno.
Cualquier
modo de acción que, en forma directa
o indirecta, pretenda o lleve a la pretensión
de sustituir con los recursos del capital,
del management y de la planeación,
el gran tesoro de los antioqueños,
su gente (¡su gente donde ella esté!)
expandida por todos los entreveros y rincones
de nuestra geografía, estará
llevando a un error y a un desperdicio.
Las luces y las facilidades que brindan
las técnicas y los saberes adoptados
deben ser apenas un continente adicional.
No debe tratarse de restar y de reemplazar,
descartando, sino de sumar y buscar el
punto de equilibrio, que es el que expresa
nuestro mejor parámetro de posibilidades.
Porque
en la historia se avanza por las vías
de las grandes síntesis: no barriendo
sin clemencia, sino parándose sobre
el minuto precedente para ver más
claro y más lejos, aumentando así,
con nuestra estatura, el alcance de la
mirada y las posibilidades del horizonte
que está siempre adelante, esperándonos.
6. CULTURA PAISA
Un Carrasquilla, un Rafael Uribe, un Efe
Gómez o Tulio Ospina, un Pedro
Nel Gómez, un Fernando González,
un Barba o un León de Greiff, hablando
del cuerpo increíblemente vivo
de nuestra cultura paisa, tan prdeundamente
antioqueños todos, son esencia
de la esencia de los antioqueños,
de las virtudes recónditas que
quedan aún pero que hoy están
asediadas por el cosmopolitismo.
No son esas las virtudes literarias, o
artísticas, o filosóficas
o políticas. No, no son eso solo:
dimanan de allí mismo, de donde
vienen los capitanes de empresa, los pioneros
de nuestra industria, los organizadores
de nuestra abundancia. Se palpa que sus
páginas y sus cuadros están
hechos de la misma greda de que están
hechos los productos de nuestros telares,
¡del fruto de la tierra!
De
la misma capacidad que hoy anda desparramada
por todos los lugares, a los cuatro vientos;
a donde hay que ir a recogerlos y a mostrarles
el camino que restablezca la comunicación
y coherencia de sus afanes frustrados,
con la empresa común de crear un
idioma compartido de soluciones vitales
para el común de nuestros conciudadanos.
Los
españoles de la era romana sentían
que, si bien no podían dar nada
en impuestos, entregaban, sin embargo,
el caudal de sus grandes hombres, de sus
unidades más egregias.
Volvamos
los ojos a esta realidad, resueltamente,
a ver si por allí encontramos cómo
retomar el curso extraviado de nuestro
crecimiento integral.
Porque es urgente que este avance de Antioquia
no sea un fenómeno capitalino sin
armonía ni congruencia, sino todo
un simétrico desplazamiento que,
al incorporar en forma orgánica
el conjunto de su problemática,
le traiga también, en compensación,
el regalo de toda su potencia.
7. LARGA INVESTIGACIÓN
Estos son temas para una larga investigación,
para invocar en su apoyo todo el laboratorio
de los datos y de las estadísticas.
No dejo, por eso, de mencionarlos, ya
que vinimos aquí a dejar semillas
y preocupaciones; porque, a lo mejor,
pueda cada cual rememorar en forma rápida
algunas evidencias que indiquen que no
todo anda tan bien, y que debemos ponernos
a la tarea de detectar nuestras deficiencias
y a buscar cuáles son, concretamente,
las medidas aconsejables para llegar a
un golpe de timón y a una corrección
de rumbo.
Volvemos sobre Antioquia amorosamente,
y es bueno enunciar algunas ocurrencias,
pensando que quizá resulte oportuno
llamar nuevamente la atención,
por ejemplo hacia la necesidad de reivindicar
en los programas y en las metas de la
administración, el papel y la importancia
de nuestra periferia.
El espíritu descentralista es tanto
más respetable cuanto responda
mejor a una filosdeía: la de que
debe irrigarse la corriente de los recursos
de todo orden en toda escala, para que
no haya centro ni subcentro, ciudad o
pueblo, que pretenda absorberlo todo,
sin dar adecuada participación
a las zonas más alejadas, y en
la medida que se alejan de los mecanismos
de acción, y de capacitación
y consumo de recursos.
Antioquia debe llevar a sus últimas
consecuencias su lema descentralista:
aplicarlo internamente y volcarse, como
un apremio de la hora, a reconstruir los
canales de su vitalidad provinciana, si
no quiere ver a Medellín convertida
en un vampiro que la succiona para rodearse
de espectros.
8. LA VIDA MUNICIPAL
Mi conclusión consiste en que hay
que revivir la vida municipal y comarcana.
Que hay que propugnar por devolverle su
autonomía y su propia capacidad,
la plenitud de sus medios, a la angostada
vida provinciana.
Antioquia
fue siempre municipalista. Los fueros
naturales de las localidades eran siempre
un postulado que no venía de la
teoría ni de los manuales de la
buena administración o de la buena
política, sino de las implicaciones
de la realidad y de su más genuino
contexto. Era un saber innato, una exigencia
visceral y entrañable, que se levantaba
en todos los puntos cardinales para reclamar
la ubicuidad del buen gobierno y de la
buena providencia pública.
Si
Antioquia volviera a tomar ante el país
esta bandera hoy a media asta, pero que
sigue izada desde lo más hondo
de nuestra idiosincrasia, aunque ya con
asomos de amarga desilusión; si
Antioquia se empinara con este gesto,
habríamos de ver entonces cuántas
voces en coro se levantarían para
secundarla, sintiéndose interpretadas
y capitaneadas en un impulso de indudable
emergencia.
9. REFORMA CONSTITUCIONAL
Quiero agregar que en estos campos hay
mucho por hacer desde todos los extremos:
lo que requiere una reforma de la Constitución,
hacerlo, aunque puede llevarse a cabo
con la ley; lo que el Gobierno Nacional
podría realizar dentro de la ley
con simples reglamentos; y así,
en serie, descendiendo, lo que pueden
las ordenanzas por sí mismas y
aun las simples administraciones seccionales
aplicando criterios de mera política.
En el campo de la tecnificación
y sentido práctico de la educación
primaria rural; de la administración
de las zonas campesinas; de la participación
ciudadana en la administración
municipal; de la sectorización
o nucleación de ciertas órbitas
intermunicipales para fines de administración
autónoma y delegada; de la mejor
colaboración con los pequeños
municipios, los distritos zeta que hay
en todos los departamentos; en materia
de regionalización, para ciertas
miras prácticas de planeación
y administración; en una efectiva
mejora y tecnificación de los administradores
municipales; en la intensificación
de la asesoría y orientación
de los municipios, en todo esto hay grandes
tareas por hacer.
Como las hay en la utilización
del tiempo muerto, más que libre,
de las mujeres, de los ancianos y de los
niños en nuestros pueblos, mediante
el fomento de sistemas especiales de ocupación
financiada e industrialmente utilizable.
Sé
que esta preocupación no está
ausente de las cabezas rectoras del Departamento.
Y, también, que se han fundado
instituciones cuya labor es encomiable
al respecto.
Mi insinuación quiere subrayar
que ésta es la senda por donde
Antioquia debe marchar, si quiere reencontrarse
con las grandes posibilidades de su destino
histórico; y que a esta luz es
adonde hay que mirar, para recuperar el
tiempo perdido.
10. LA JOVEN INTELIGENCIA
Y, finalmente, una insistencia en la importancia
de estimular y proteger, por todos los
medios al alcance, el papel de la joven
inteligencia antioqueña: de sus
escritores, de sus pensadores, de sus
investigadores, de sus artistas, de todos
los que manejan la materia prima de las
emociones y de las ideas.
Porque si en alguna parte del país
estas capas intelectuales están
centradas en su ambiente y trabajan con
materiales de la realidad, es en Antioquia:
donde la cultura siempre ha tenido vocación
por la vida cuotidiana y por los problemas
dentro de los cuales la gente se debate;
y que, por eso, se mueve también
dentro de un público receptivo,
ansioso de asimilar los productos de su
laboratorio mental.
Esas
vanguardias independientes pueden procesar
y elaborar muy útiles orientaciones
y aconsejar derroteros, en una época
fluída y cambiante, que requiere
una gran rapidez de maniobra si no se
quiere quedarse atrás o ir a la
zaga, a merced de tardías rectificaciones.
Antioquia
los necesita, para estar constantemente
preguntándoles por su futuro. Ellos
representan una preciosa oportunidad para
controlar la marcha según los dictados
de una democracia efectiva.
EL MODO DE SER DEL ANTIOQUEÑO Y
MÉTODOS PARA MEJORARLO
La Prensa de Bogotá: septiembre
de 1988.
Dos veces fue gobernador "el
más sabio que tuvo la provincia
de Antioquia durante la época española"
don Francisco Silvestre Sánchez,
nacido en 1734 en el pueblo de Masueco
de la provincia de Salamanca; llegado
a Cartagena y Mompós a los 17 años;
casado allí, y con vasta descendencia;
trasladado después a Remedios y
más tarde a Bogotá hasta
morir en Madrid al comenzar el siglo XIX;
la primera gobernación cuando tenía
40 años entre 1775 y 1776, por
algo más de un año; y por
más de 3 años, la segunda,
entre 1782 y 1785 antes de cumplir los
cincuenta.
La
primera vez abrió el camino entre
el río Cauca desde Santa Fe de
Antioquia, al río Magdalena por
Sonsón (que un siglo después
cambiarían el gobernador doctor
Berrío y el ingeniero cubano Cisneros
con el ferrocarril); abrió la vía
al mar Caribe por Ayapel; impulsó
la minería y la agricultura; despertó
a los perezosos 56 mil antioqueños
de entonces; y dejó un primer informe,
muy frecuentado por historiadores colombianos
y norteamericanos, para exaltar su sentido
anticipatorio del destino de aquella comarca
de holgazanes, según repetía.
La
segunda vez abrió nuevos caminos,
fundó sociedades mineras, creó
grandes estímulos para agricultura
y ganadería, impulsó la
navegación fluvial, ensanchó
la colonización hacia el sur pero
se trajo la ciudad de Arma del norte de
Caldas para el valle de Rionegro, inventó
recursos fiscales. Y sobre todo sacudió
la modorra de la gente, trazando la ruta
que el oidor Mon y Velarde el gran
regenerador de Antioquia, según
don Tulio Ospina habría de
prdeundizar y de seguir. Lo cual lo dejó
escrito en una Relación de la Provincia
de Antioquia y métodos para mejorarla,
hasta ahora desconocida, que es el primer
plan de desarrollo de las tierras recién
descubiertas, con prdeundas meditaciones
para elevar la suerte de la región
y recomendaciones sagaces para cambiar
el modo de ser de la gente.
El
modo de ser del antioqueño comenzaba
a nacer: un modo de ser en que la minería
tuvo valor pedagógico prdeundo
para hacer la paciencia y persistencia
en la acción, que conducirían
a la acumulación de capital y a
la introducción de la tecnología,
a la asociación. Y al mantenimiento
de costumbres austeras y rígidas.
Un modo de ser que dos siglos antes había
intuído el gobernador don Gaspar
de Rodas y retomarían Mon y Velarde,
Berrío, Jaramillo Sánchez
y Gómez Martínez, entre
los muchos buenos rectores que ha tenido
un pueblo inclinado a litigar, abundante
en reservadas mañas y astutas malicias:
un pueblo de buenos gobernantes porque
allá son buenos gobernados, como
advertía Monseñor Carrasquilla.
*
* *
La Relación de la Provincia Antioquia
y métodos para mejorarla consta
de cuatro partes divididas en 48 capítulos
y éstos en 503 numerales: las dos
últimas partes versan sobre el
estado general del virreinato y las primeras
traen recomendaciones específicas
sobre la comarca, principalmente respecto
a la idiosincrasia de sus gentes, su aislamiento
geográfico y el origen de los recursos
fiscales para financiar el plan, con la
advertencia de que en el numeral 502 recomienda
la eliminación del impuesto de
las riñas de gallos, por anodino;
y dejar sólo diez o doce tributos
para ser aplicados principalmente a obras
públicas.
Esta apasionante Relación fue escrita
con lentitud: los nueve primeros capítulos,
en Antioquia; la prosiguió en Santa
Fe de Bogotá adonde hubo de trasladarse
Silvestre para atender a demandas y pleitos
(que él sí que era de malas
pulgas, un tanto desagradecido, acaso
aprovechador de preeminencias), a poner
la cara frente a las desavenencias con
Mon y Velarde, con un tal Biturro y con
el arzobispo-virrey don Antonio Caballero
y Góngora. Luego abandonó
el trabajo "por el mal pago y persecución
que se hacía de mi celo".
Terminó la Relación en Madrid,
España, en 1797.
* * *
Desde entonces empezó el recorrido
misterioso de la Relación de Silvestre.
Nada se supo por 40 años sobre
este denso estudio de agradable y fácil
lectura, en el cual no hay misterios de
interpretación, como advierte el
prdeesor David Robinson, excepto el caso
del "gazdeilacio perúbico",
literalmente tesorería del templo
de Jerusalén pero en realidad alusión
al libro Gazophilacium Regium Perubicum,
recopilación de leyes y reglamentos
fiscales de la colonia, de Gaspar de Escalona
y Agüero.
Pues bien, la Relación desapareció
desde 1797 a 1840 aproximadamente, en
que fue comprada en Madrid por el bibliófilo
español Joaquín García
Icazbalceta, quien vivía en México.
A su muerte en 1894, fue heredada por
su hijo Luis García Pimentel, cuyos
herederos la vendieron en 1937 a la Universidad
de Texas en Austin. Allí fue catalogada
en la "Colección Latinoamericana
de Documentos" y registrada en 1939
en "Guide to the Latin American Manuscripts
in The University de Texas Library"
por Carlos Castañeda y J.A. Dabbs.
Así y todo no fue utilizada para
la ya clásica obra de James Parsons
La Colonización Antioqueña
en el Occidente de Colombia, aparecida
en inglés en Berkeley en 1949,
traducida al español por Emilio
Robledo y publicada en Medellín
en 1950.
La
Relación de Silvestre fue descubierta
en 1978, transcrita y presentada por
el prdeesor David J. Robinson, investigador
inglés doctorado en geografía
en la Universidad de Londres pero prdeesor
en las Universidades norteamericanas
de Syracuse y Cambridge, especializado
en geografía latinoamericana,
y quien a este efecto viajó en
numerosas ocasiones a Colombia y particularmente
a Antioquia, entró en relación
con universidades, centros de historia,
historiadores, hasta cuando en 1986
tomó contacto con el entonces
gobernador Alberto Vásquez Restrepo,
quien dispuso la publicación
que acaba de hacer la Secretaría
de Educación y Cultura en la
Imprenta Departamental.
El
prdeesor Robinson dedica esta primera
edición de la Relación de
la Provincia de Antioquia y Métodos
para mejorarla, a todos los antioqueños
que han luchado y siguen luchando por
métodos para mejorarla.
Conocimiento
de la historia
LOS ESPEJOS BENÉVOLOS
Prólogo para el libro Historia
de Antioquia, publicado por El Colombiano
y Suramericana de Seguros, enero de 1986.
Editorial Presencia, 1988, Bogotá.
Cada vez que pienso en Antioquia en
la grande, en aquella que existe por encima
de las divisiones administrativas;
cada vez que se me suscita esa obsesiva
reminiscencia o cada vez que siento la
urgencia de la tierra como el dios Anteo
(quien renacía cuando sus pies
tocaban el suelo nutricio), la percibo
como una contradicción viviente:
aislada por la aduana geológica
de sus montañas pero motor de los
intercambios entre regiones y países;
un sí es no es cerrada a los extranjeros
pero sus hijos extranjeros en numerosas
comarcas; cultura que resuena a la cadencia
del campanario parroquial pero da los
frutos más vanguardistas de la
cosecha colombiana; avara en recursos
naturales, salvo en oro, pero escenario
de la primera deensiva de industrialización
exitosa en Colombia; sociedad de "cristianos
viejos", pero donde campea el calvinismo
mercantil. En fin, comunidad afecta al
espíritu señorial de los
patriarcas pueblerinos, pero metida de
cabezas a buscar la modernidad urbana
en esta segunda mitad del siglo.
1. EL EJE HISTÓRICO DEL TRADICIONALISMO
MODERNIZADOR
Las paradojas anteriores, como toda paradoja,
expresan una realidad compleja que opera
por síntesis de términos
aparentemente contrarios, realidad cuya
naturaleza y avance histórico son
dialécticos, no lineales, y que
se resumen en la paradoja mayor de Antioquia
su motor histórico,
aquella que define su fisonomía
como pueblo y como cultura en construcción:
su tradicionalismo modernizador.
Estamos ante un pueblo en trance permanente
de fusiones y alquimias, a partir de su
apego a la tradición y a la historia,
de una parte; y, de otra, con las exigencias
y aspiraciones de los tiempos presentes:
presentes ayer y presentes hoy como requerimiento
que avanza en el tiempo, que es como decir
en la historia que recuerda sus rigores
ancestrales, sus virtudes esenciales.
Tales virtudes eran la frugalidad y la
constancia; el sentido del ahorro y de
la ayuda mutua; la propensión asociativa
para cubrir el riesgo de la minería,
primero, y del comercio, después;
y una laboriosidad obsesiva y casi agotadora.
Todo lo cual se fue convirtiendo en leyenda;
pero por debajo de la leyenda había
una realidad cotidiana, un ordinario ejercicio
de la constancia y del método,
un nada romántico deseo de superación
y predominio.
Es proverbial su manía de exagerar
las cosas. No resisto la tentación
de repetir un escrito mío de principios
de los años ochenta:
Estas
gentes que, como decía León
de Greiff, comparten sus experiencias
conjuntas en un hiperbólico cuasimentir,
manifiestan con ello un sentido de participación
rayano en la complicidad y denotan una
confianza ilimitada en su destino. Nadie
logrará perturbar con un pretencioso
afán de exactitud, la manera de
exteriorizar su sentido del humor y su
entusiasmo colectivo. La exageración
es una épica cuyos héroes
surgen en las orgías verbales con
que celebran sus empresas, al punto de
que a veces las ejecutan por el gusto
de poderlas narrar. La exageración
exterioriza el elemento afectivo que colorea
una obra de importancia individual, pero
que carecería de admiradores si
no fuese al mismo tiempo colectiva.
2. EL RETO CREADOR
Un pueblo en continua superación
de los límites impuestos por esa
historia y ese entorno, límites
que moldean su personalidad e impulsan
su búsqueda de horizontes y futuros,
es un conjunto que se levanta desde los
determinantes de la geografía,
reflejados en su historia, contra esa
geografía y de alguna manera contra
esa historia, para prdeundizarla y proyectarla.
Es la vivencia de la hipótesis
del "reto creador" que hace
medio siglo enunciara Toynbee, entendido
como elaboración creativa, humana
por consiguiente; de limitaciones, de
desafíos y hasta de determinaciones,
para extraer de ellos nuevas fuerzas y
fijar nuevas metas en su peregrinar por
el tiempo. Sí; y no como respuesta
mecánica del reflejo condicionado
del hombre y la comunidad, a las determinaciones,
limitaciones y desafíos que plantea
el entorno.
3. TRADICIONALISMO Y MODERNIZACIÓN
Han pasado muchos años, dos siglos,
desde aquellas épocas cuando la
visión del gobernador Francisco
Silvestre y la inteligencia del Oidor
Mon y Velarde, precursores de los estudios
regionales, mostraban el aislamiento de
Antioquia como uno de los factores de
su atraso y señalaban que solamente
la ruptura de las barreras feudales y
del contexto provinciano, le permitirían
a la región superar su atraso y
sus desequilibrios.
La colonización antioqueña,
que fue como la segunda conquista de El
Dorado, nos permitió responder
y materializar el sueño de los
brillantes funcionarios de la Corona.
El
oro de Antioquia proyectó a los
antioqueños a la escena de la historia
colombiana desde la primera mitad del
siglo XVI, con sus diferencias de identidad.
Antioquia siempre tuvo protagonismo; el
cual ha legado a sus pobladores una historia,
un peso específico, pues no se
está ante una tierra nueva que
se forma apenas, sino ante un grupo viejo,
en ebullición y transformación
constantes, grupo que vive una situación
desequilibrada: de gran riqueza aurífera
(con las posibilidades económicas
de liquidez que ella permite); en medio
de penurias de abastecimientos de
alimentos y de manufacturas generadas
por las condiciones mismas de su territorio
y de una población dispersa lanzada
al rebusque minero, que fue el mazamorreo.
Este
desequilibrio unido a las posibilidades
económicas otorgadas por la posesión
del oro, abre las puertas a las empresas
financieras, comerciales y colonizadoras,
de los antioqueños en los siglos
XVIII y XIX, preludio de su transformación,
en este siglo ya, en pueblo industrial,
porque empresario, lo fue desde un principio.
4. RECREAR LA REALIDAD
Siempre tuvieron fama de audaces los antioqueños;
tanta, que esa fama trata de volverse
equívoca porque hace olvidar que
sus signos han sido el trabajo duro y
la producción de bienes físicos:
café, maíz, banano, oro,
carbón; que ha descuajado montañas;
que es tierra de "finqueros"
por excelencia; que ha hecho ciudades,
ferrocarriles, grandes fábricas.
¿Tal vez aquella fama sumada al
proceso de
modernización del país con
todas sus contradicciones, lo desvió
del viejo camino de la producción?
Tales avatares, ese aislamiento o esa
búsqueda individual de salidas;
ese control de las posibilidades económicas,
le generan al antioqueño una tradición
que no es sólo consciencia de su
ser como pueblo, ni consciencia de autocomplacencia
porque Antioquia sólo logra soluciones
transitorias a su desequilibrio surgido
de su medio natural, soluciones que la
obligan a buscar siempre, a recrear de
continuo su realidad: a ser siempre moderna
con la lucidez de una tradición
asumida.
4. DEL ARRIERO AL EMPRESARIO
Renglón aparte merece la necesidad
de aplicar un criterio eminentemente social
al desarrollo futuro de las empresas antioqueñas.
Se tiene allí una tradición
arraigada que refleja su sentido humano
de la vida, más bien que decir
el del natural humanismo paisa.
La empresa rural antioqueña la
hacienda, la finca fue una escuela
de sana, justa y creadora convivencia,
contraria a todas las formas de la discriminación,
la falsa aristocracia y el elitismo de
otros enclaves culturales. La finca y
la mina, la empresa comercial que en sí
misma representa nuestra arriería,
el círculo íntimo de la
posada o la tienda, todo ello acuñó
la imagen tersa de una sociedad abierta,
fluída, con poderosas corrientes
de circulación interna y mecanismos
naturales de ascenso social. El peón,
el obrero, la servidumbre se criaron juntos
con la familia del propietario y tuteándose
con él, compartiendo sus valores
y sus juegos.
Cuando vino la industrialización
y del telar familiar o del zaguán
donde se troquelaban piezas modestas,
se pasó al gran emporio industrial,
y ya no había cinco obreros sino
cientos, aquella herencia cultural se
prolongó en el nuevo ambiente,
para mantener el sentido personal de las
relaciones y evitarle la deshumanización
y el conflicto clasista.
Virtud
esencial, predicada y comentada, es entre
los antioqueños el igualitarismo
democrático. Sociólogos
y economistas lo explican por las faenas
comunes en la minería y en la pequeña
y mediana agricultura cafetera. El surgimiento
de la industria supuestamente debía
traer nuevos patrones de conducta, pero
esos empresarios de antaño compartían
con sus trabajadores madrugadas y fatigas.
Para ellos no había contemplaciones
ni privilegios; su vida era la de un trabajador
más, con una responsabilidad distinta.
5. EL CONOCIMIENTO HISTÓRICO
Toda comunidad y todo individuo se enmarcan
entre su historia y su futuro, verdad
de Perogullo. Lo específico y definitorio
del antioqueño, es su capacidad
de poner una tradición al servicio
de un futuro vivido como modernización,
como capacidad para superar limitaciones
y determinaciones latentes por estructurales.
Porque su base de sustentación
tiene esa fragilidad, es por lo que una
Antioquia perpleja en la autocomplacencia
de su tradición, dejaría
de ser comunidad viable. También
una Antioquia proyectada sin referencia
a su pasado, en los brazos de una modernidad
cualquiera, sería un contrasentido.
Porque antes que nada, Antioquia es la
realización exitosa de un tradicionalismo
modernizador. Históricamente no
tiene otra alternativa.
Para
continuar esa senda, que es su senda,
necesita, tal vez como ninguna otra región
colombiana, conocer su historia, a fin
de convertir ese conocimiento en alimento,
en eje estructurador y en discurso explicativo
de esa tradición.
Es
desde la historia, es desde su conocimiento,
como ese inexorable proceso de modernización
mantiene su orientación, conforme
a los dictados y requerimientos de la
realidad antioqueña.
Ella
no es para Antioquia, capricho de los
hombres sino desiderátum de su
historia, cuyo conocimiento masivo, popular,
avanzará significativamente con
la obra que se desarrolla en las páginas
siguientes, escritas de mano maestra por
especialistas en las áreas respectivas;
sobre todo, especialistas en mirar a Antioquia
y a los antioqueños, sin caer en
el sesgo de la benevolencia que tenían
con sus dueños ciertos espejos
de la bella época.
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Luis Ángel Arango
Colombia