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Epifanio Mejía (1838- 1913)
SELECCIÓN DE POEMAS

Epifanio Mejía complementa la línea nativista de Gregorio Gutiérrez González. Frente al cosmopolitismo entroncado en parámetros europeos, el criollismo nacionalista pretende ante todo exaltar el paisaje americano. No llegan tanto al individuo como a la naturaleza brutal, inhóspita y grandiosa de nuestra tierra continental. Dentro de este contexto regional-antioqueño, se inscribe la obra del poeta triste.

Epifanio Mejía nació en Yarumal en 1838. Allí mismo murió en 1913, después de haber vivido varias décadas en el manicomio. La muerte civil del poeta es una de las historias más tristes de aquella época. Todo en él era intenso y nostálgico. Espíritu bondadoso y noble que después de los 31 años ingresó a las tinieblas de la memoria. Se desempeñó como comerciante y siempre estuvo vinculado a los derroteros de su tierra natal.

Entre sus principales obras merece destacarse Canto del antioqueño. Si bien no es una obra maestra, por lo menos tiene un hálito vital y sencillo, genuino y no artificial. Al lado de Antioquia o la mano de Dios (La retirada de los héroes), constituye la exaltación del vigor y a la nobleza de su pueblo. La vena emotiva del nativista es considerada superior a la de Gutiérrez González. Sus versos son realistas, transparentes, naturales. El cóndor, las selvas antioqueñas, las tradiciones y la pugna de una raza en su constante sobrevivencia, son sus temas esenciales. No hay en su versos tremendismo sino suave ansiedad y melancolía. Y aún más: un sentimiento armónico del paisaje: de ese paisaje donde se construye la vida, el amor, el trabajo. Curiosamente, Antioquia ha dado una cuna de poetas que se unifican en su canto épico a lo rural, a las sendas abiertas por donde transita el progreso. El héroe no es mitológico. Es un héroe anónimo, silencioso, que realiza diariamente sus ceremonias de canto y dolor.

La ceiba de Junín, La muerte del novillo, Anita, La historia de una tórtola completan lo mejor de su obra. En realidad, la producción de Epifanio Mejía no fue muy numerosa. Sólo nos dejó más o menos 70 poemas.

La muerte del novillo es un poema sugestivo, pulcro y sentido. La emoción (dolor humano) se encuentra con el dolor del animal. Una comunión de sangre y muerte. Es su fidelidad a la realidad la que limita las posibilidades del poema. El novillo no llega al perímetro de lo simbólico. La realidad oprime al poema por su dinámica formalista. No obstante, al igual que en La historia de una tórtola, el verso duele.

Epifanio Mejía nos deja también su poema Amelia. Poema que no fue el mejor y que concluyó de manera definitiva. Al igual que a Gregorio Gutiérrez González, podemos expresar para Epifanio Mejía: "Lo triste es así, como su locura". Un factum de muerte a sitiado a los poetas colombianos: accidentes, suicidios, demencia, asesinatos. Las poéticas ambiciosas que estaban por consagrar fueron malogradas por la muerte.
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Epifanio Mejía
Serenata

—¡Dulce noche de amor, noche serena, vuestros pálidos astros encended! Hay dos ojos que brillan con tristeza. ¡Alumbrad! ¡alumbrad! los quiero ver.
Apoyada en mi brazo, amada mía, al campo del amor vas a seguir. ¡Flores! ¡flores! guardad vuestras espinas, y aromas en los vientos esparcid.
—¡Dulce
noche de amor, noche serena, vuestros pálidos astros apagad! Hay dos ojos que brillan con terneza... a la luz o a la sombra los sé amar.
Apoyada en tu brazo, amado mío, al campo del amor voy a seguir. ¡Oh rosales! guardad vuestras espinas, y aromas en los vientos esparcid.

La muerte del novillo
Ya prisionero y maniatado y triste
sobre la tierra quejumbroso brama
el más hermoso de la fértil vega
blanco novillo de tendidas astas.

Llega el verdugo de cuchillo armado;
el bruto ve con timidez el arma;
rompe el acero palpitantes nervios;
chorros de sangre la maleza esmaltan.

Retira el hombre el musculoso brazo;
el arma brilla purpurina y blanca;
se queja el bruto y forcejando tiembla,
el ojo enturbia... y la existencia exhala.

Remolineando por el aire, vuelan
los negros guales de cabeza calva;
fijan el ojo en el extenso llano
y al matadero, desbandados, bajan.

Brama escarbando el arrogante toro
que oye la queja en la vecina pampa,
y densas nubes de revuelto polvo
tira en la piel de sus lustrosas ancas.

Poblando el valle de bramidos tristes
corre el ganado por las verdes faldas,
huele la sangre... y el olor a muerte
quejas y gritos de dolor le arranca.

Los brutos tienen corazón sensible,
por eso lloran la común desgracia
en ese clamoroso de prdeundis
que todos ellos a los vientos lanzan.
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LAS HOJAS DE MI SELVA
Las hojas de mi selva
Son amarillas
Y verdes y rosadas
¡Qué hojas tan lindas
Querida mía
¿Quieres que te haga un lecho
De aquellas hojas?

De bejucos y, musgos
Y batatillas
Formaremos la cuna
De nuestra Emilia:
Cunita humilde
Remecida a dos manos
Al aire libre.

De palmera en palmera
Las mirlas cantan,
Los arrollos murmuran
Entre las gramas
dulce hija mía!
Duerme siempre al concierto
De aguas y mirlas.

Gallinetas reales
De canto dulce
Guardan en la hojarasca
Huevos azules…
Perlas del bosque
Que lleva a los altares
La gente pobre.

Los altivos monarcas
En sus palacios
Con diamantes adornan
Los mismos cuadros.
Hija, !sé libre!
Busca siempre la choza
Del hombre humilde.

En mi selva penetran
Del sol los rayos,
Mariposas azules
Pasan volando;
Sobre sus alas
Brilla el blanco rocío
De la mañana.

Siete-cueros, uvitos
Y amarrabollos
De botones y flores
Visten sus copos,
De ramo en ramo
Los cupidos al aire
Vuelan libando.

Por angostos caminos
De tierra y hojas
Pasan negras hormigas
Unas tras otras,
Para sus casas
Llevan verdes hojitas
En sus espaldas.

Sobre campos de flores
Revolotean
Susurrando apacibles
Rubias abejas,
Miel exquisita
En el hueco de un árbol
Todas fabrican.

Entre dragos y dragos,
Chilcos y chilcos
Las arañas pasando
Tienden sus hilos,
Fabrican nuevas…
!Maquinistas de Europa,
Venid a verlas!

Entre cedros y robles
De verdes copas
El yarumo levanta
Las blancas hojas;
Patriarca anciano
Que en trono de esmeraldas
Vive sentado.

Adorno de los campos,
Flores humildes
Que nacéis en mi selva,
Solas y libres;
La noche os riega,
El sol os ilumina,
Nutre y calienta.

Oasis escondidos
Bajo las palmas
Olorosos jardines
De mis Montañas:
Para mi esposa,
Para mi dulce Emilia,
Tejed coronas.

En las frentes altivas
De las Cleopatras,
Resaltan sobre el oro
Las esmeraldas.
Hija sé buena!
Busca siempre las flores
Que hay en mi selva.

Himno Antioqueño

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