Juanes:
El gordito terco de la guitarra
Desde su infancia en Medellín, Juan Esteban Aristizábal
adquirió el gusto por la música. Terco, tímido y
sentimental, ahora conocido como Juanes, es candidato a tres premios Grammy
Latino en la ceremonia de este año. En la pasada edición,
obtuvo tres galardones.
Antes de poner un pie en un avión, Juan Esteban
Aristizábal, el hijo menor de doña Alicia Vásquez,
la llama de su celular para despedirse.
–Bendición, mamá –le dice.
–Que mi Dios me lo bendiga y me lo traiga con
bien–, le responde, haciéndole la señal de la cruz
a la bocina del teléfono. Al otro lado, él se santigua
con devoción y aborda el avión que lo llevará a
su próxima gira.
“Ese es el amor de su vida –comenta Andrés
Recio, manager de gira del cantante y compositor paisa Juanes–.
No importa en qué lugar del mundo esté, la llama todos
los días”.
Doña Alicia responde gustosa sus llamadas porque
sabe del miedo que Juanes les tiene a los aviones. Para ella, aunque
ya tenga 29 años, siempre será ese niñito regordete
que todas las tardes, después de terminar las clases en el Instituto
Jorge Robledo, de Medellín, se iba con sus hermanos a estudiar
guitarra.
“La sala de la casa siempre estaba llena de guitarras
–recuerda–. A todos los cuatro muchachos les gustaban. Javier,
el papá de Juan, le compró una vez un acordeón
para que tocara otra cosa, pero se lo robaron”.
Mientras sus hermanos se fueron apartando poco a poco
de la música, él persistió. José Luis, su
hermano mayor, cuenta: “A mí me daba un miedo muy bravo
subirme a un escenario, pero a Juan no. El era feliz montado en la tarima
del colegio”.
Cuando terminó quinto de primaria, el niñito
cachetón que todos recuerdan se volvió un jovencito inquieto,
picado por el bicho del rock. Y “se descarrió”, como
dice en broma su mamá. “Comenzó con lo del metal
y lo que más nos preocupaba era que se metiera con viciosos.
El ruido era lo de menos”, cuenta.
Afortunadamente, el heavy metal solo le dejó
el pelo largo, los tatuajes y los aretes. El mismo Juanes dice que el
único vicio “heavy” que tuvo (pero no por causa del
rock, aclara) fue el cigarrillo.
Doña Alicia, con la dulce paciencia de madre,
comenta: “Yo le decía que los aretes y el pelo largo eran
de niñas, pero era luchar contra la corriente. Porque Juanes
es muy terco. Por eso llegó hasta donde está. Siempre
ha sido voluntarioso. Si quiere que le arregle un pantalón, llega
y se me hace al lado hasta que lo termine. ‘Pero es ya, ya, mamá’,
me dice’”.
Otra cosa que le tocó aceptar a su familia,
especialmente a su padre (fallecido hace siete años), fue que
Juanes prefiriera la música a terminar su carrera de diseño
industrial en la Universidad Bolivariana, de la que, dice, solo le faltó
el grado. “Era muy buen estudiante y la carrera estaba acorde
con su creatividad. Por eso casi la termina”, afirma su hermano.
A doña Alicia también le ha tocado hacer
de consejera sentimental de su hijo, pero aclara que solo una de sus
novias no le ha gustado. “Una sola vez le dije que una muchacha
no le convenía comenta y afortunadamente terminó con ella”.
Eso sí, en cuestiones del corazón, sus
amigos y su familia coinciden en que Juanes es bastante enamoradizo
y apasionado. “Llora con facilidad, es muy sensible –dice
su mamá–. Ahora está muy enamorado y se quiere casar,
pero yo le digo que se espere, que está muy joven todavía”.
La actriz Karen Martínez, su novia, cuenta que
además es un hombre muy romántico y que el tiempo libre
que tiene lo pasa en Bogotá para estar juntos. “También
es muy tímido. Cuando nos conocimos durante el video de Podemos
hacernos daño, nuestro contacto fue más de miradas que
de palabras”, dice.
Su ex novia, la modelo Tatiana De Los Ríos,
afirma que el único defecto que tiene Juanes es que es demasiado
noble y la gente abusa de él. “Es el hombre más
transparente y perfecto que he conocido –expresa–. Fuimos
novios durante dos años y puedo decir que se merece todo lo que
ha logrado. Alguna vez me dijo: ‘Un día me ganaré
un Grammy o por lo menos voy a estar en la ceremonia de entrega’”.
Ekhymosis y L.A.
De los comienzos musicales de Ekhymosis (banda que fundó hacia
1987) José Lopera, su baterista desde entonces, cuenta que lo
más duro eran las giras por pueblos y ciudades. Hoteles de mala
muerte y hasta hambre les tocó aguantar.
“A Juanes lo que más lo afectaba era la
comida –recuerda–. Era muy cansón con eso. Siempre
esperaba encontrar hamburguesas en todo lado. Pero después de
tanta viajadera le tocó acostumbrarse a comer de todo”.
Su prueba de fuego fue cuando se separó de Ekhymosis
y viajó a Los Angeles en busca de su sueño de grabar como
solista, hace cerca de dos años.
“Me llamaba y me decía desesperado, llorando,
que se quería devolver –relata su mamá–, pero
yo le decía que tuviera paciencia, que se esperara un poquito
más”.
Como artista, dicen que Juanes es meticuloso al componer
y al interpretar su música. Pero es tan perfeccionista que se
vuelve irritable en ciertas ocasiones, como en la víspera de
un concierto o en el lanzamiento de una nueva producción.
Así lo describe Alejandro Gutiérrez,
la sombra del músico en cada presentación y quien tiene
que estar al tanto de cualquier detalle: “Desde una caja de chicles
hasta hacerle la maleta para una gira. Cuando algo sale mal, con el
primero que se ofusca es conmigo. Es muy estricto”.
Sin embargo, hay ocasiones en las que las cosas se
les han salido de las manos. Como en una presentación en México,
en la que Andrés Recio olvidó decirle que en cierta parte
de Fíjate bien –su primer gran éxito como solista–
estallaba un cañón de confetis. “Fue un susto muy
berraco. Juanes quedó como a tres metros del micrófono
del salto que pegó”, relata.
En otra ocasión tuvieron prácticamente
que huir de un hotel de San Francisco (Estados Unidos), donde habían
coincidido con un encuentro nacional de sadomasoquistas gays.
A pesar del éxito, dicen que su personalidad
no ha cambiado para nada.
Andrés Cock, el mejor amigo de Juanes desde
los tiempos del Jorge Robledo, asegura: “Es el mismo tipo humilde,
tímido y tranquilo. Lo que pasa es que como artista le toca hacerse
a su espacio privado”.
Dos días después de ganar tres premios
en los Grammy latinos (en octubre del 2001), Juanes llega a la sede
de la Universal en Bogotá, su casa disquera, no en limusina sino
a pie y con los dorados gramófonos de los Grammy en una bolsa
plástica que amenaza con romperse.
“No, hermano, cogí un taxi y se metió
en un trancón ni el berraco. Por eso me pareció mejor
bajarme y caminar”, dice mientras lo felicita todo el personal
de la oficina, a quien saluda por su nombre. Desde el presidente hasta
los mensajeros y la señora de los tintos.
“Ah, es que son como mis hermanitos. Yo los conozco desde antes
de toda esta vaina”, afirma.
Después de Bogotá, sale para Medellín
a visitar claro a su mamá y mostrarle sus trofeos. “Ella
me dijo: ‘Vea, mijito, usted no se puede aparecer por aquí
sin esos Grammy’”', comenta entre risas.
Septiembre 3 de 2002
EL TIEMPO.COM
Juanes: el gordito terco de la guitarra
Desde su infancia en Medellín, Juan Esteban Aristizábal
adquirió el gusto por la música. Terco, tímido
y sentimental, ahora conocido como Juanes, es candidato a tres premios
Grammy Latino en la ceremonia de este año. En la pasada edición,
obtuvo tres galardones.
Antes de poner un pie en un avión, Juan Esteban Aristizábal,
el hijo menor de doña Alicia Vásquez, la llama de su celular
para despedirse.
–Bendición, mamá –le dice.
–Que mi Dios me lo bendiga y me lo traiga con bien–, le
responde, haciéndole la señal de la cruz a la bocina del
teléfono. Al otro lado, él se santigua con devoción
y aborda el avión que lo llevará a su próxima gira.
“Ese es el amor de su vida –comenta Andrés Recio,
manager de gira del cantante y compositor paisa Juanes–. No importa
en qué lugar del mundo esté, la llama todos los días”.
Doña Alicia responde gustosa sus llamadas porque sabe del miedo
que Juanes les tiene a los aviones. Para ella, aunque ya tenga 29 años,
siempre será ese niñito regordete que todas las tardes,
después de terminar las clases en el Instituto Jorge Robledo,
de Medellín, se iba con sus hermanos a estudiar guitarra.
“La sala de la casa siempre estaba llena de guitarras –recuerda–.
A todos los cuatro muchachos les gustaban. Javier, el papá de
Juan, le compró una vez un acordeón para que tocara otra
cosa, pero se lo robaron”.
Mientras sus hermanos se fueron apartando poco a poco de la música,
él persistió. José Luis, su hermano mayor, cuenta:
“A mí me daba un miedo muy bravo subirme a un escenario,
pero a Juan no. El era feliz montado en la tarima del colegio”.
Cuando terminó quinto de primaria, el niñito cachetón
que todos recuerdan se volvió un jovencito inquieto, picado por
el bicho del rock. Y “se descarrió”, como dice en
broma su mamá. “Comenzó con lo del metal y lo que
más nos preocupaba era que se metiera con viciosos. El ruido
era lo de menos”, cuenta.
Afortunadamente, el heavy metal solo le dejó el pelo largo,
los tatuajes y los aretes. El mismo Juanes dice que el único
vicio “heavy” que tuvo (pero no por causa del rock, aclara)
fue el cigarrillo.
Doña Alicia, con la dulce paciencia de madre, comenta: “Yo
le decía que los aretes y el pelo largo eran de niñas,
pero era luchar contra la corriente. Porque Juanes es muy terco. Por
eso llegó hasta donde está. Siempre ha sido voluntarioso.
Si quiere que le arregle un pantalón, llega y se me hace al lado
hasta que lo termine. ‘Pero es ya, ya, mamá’, me
dice’”.
Otra cosa que le tocó aceptar a su familia, especialmente a
su padre (fallecido hace siete años), fue que Juanes prefiriera
la música a terminar su carrera de diseño industrial en
la Universidad Bolivariana, de la que, dice, solo le faltó el
grado. “Era muy buen estudiante y la carrera estaba acorde con
su creatividad. Por eso casi la termina”, afirma su hermano.
A doña Alicia también le ha tocado hacer de consejera
sentimental de su hijo, pero aclara que solo una de sus novias no le
ha gustado. “Una sola vez le dije que una muchacha no le convenía
comenta y afortunadamente terminó con ella”.
Eso sí, en cuestiones del corazón, sus amigos y su familia
coinciden en que Juanes es bastante enamoradizo y apasionado. “Llora
con facilidad, es muy sensible –dice su mamá–. Ahora
está muy enamorado y se quiere casar, pero yo le digo que se
espere, que está muy joven todavía”.
La actriz Karen Martínez, su novia, cuenta que además
es un hombre muy romántico y que el tiempo libre que tiene lo
pasa en Bogotá para estar juntos. “También es muy
tímido. Cuando nos conocimos durante el video de Podemos hacernos
daño, nuestro contacto fue más de miradas que de palabras”,
dice.
Su ex novia, la modelo Tatiana De Los Ríos, afirma que el único
defecto que tiene Juanes es que es demasiado noble y la gente abusa
de él. “Es el hombre más transparente y perfecto
que he conocido –expresa–. Fuimos novios durante dos años
y puedo decir que se merece todo lo que ha logrado. Alguna vez me dijo:
‘Un día me ganaré un Grammy o por lo menos voy a
estar en la ceremonia de entrega’”.
Ekhymosis y L.A.
De los comienzos musicales de Ekhymosis (banda que fundó hacia
1987) José Lopera, su baterista desde entonces, cuenta que lo
más duro eran las giras por pueblos y ciudades. Hoteles de mala
muerte y hasta hambre les tocó aguantar.
“A Juanes lo que más lo afectaba era la comida –recuerda–.
Era muy cansón con eso. Siempre esperaba encontrar hamburguesas
en todo lado. Pero después de tanta viajadera le tocó
acostumbrarse a comer de todo”.
Su prueba de fuego fue cuando se separó de Ekhymosis y viajó
a Los Angeles en busca de su sueño de grabar como solista, hace
cerca de dos años.
“Me llamaba y me decía desesperado, llorando, que se quería
devolver –relata su mamá–, pero yo le decía
que tuviera paciencia, que se esperara un poquito más”.
Como artista, dicen que Juanes es meticuloso al componer y al interpretar
su música. Pero es tan perfeccionista que se vuelve irritable
en ciertas ocasiones, como en la víspera de un concierto o en
el lanzamiento de una nueva producción.
Así lo describe Alejandro Gutiérrez, la sombra del músico
en cada presentación y quien tiene que estar al tanto de cualquier
detalle: “Desde una caja de chicles hasta hacerle la maleta para
una gira. Cuando algo sale mal, con el primero que se ofusca es conmigo.
Es muy estricto”.
Sin embargo, hay ocasiones en las que las cosas se les han salido de
las manos. Como en una presentación en México, en la que
Andrés Recio olvidó decirle que en cierta parte de Fíjate
bien –su primer gran éxito como solista– estallaba
un cañón de confetis. “Fue un susto muy berraco.
Juanes quedó como a tres metros del micrófono del salto
que pegó”, relata.
En otra ocasión tuvieron prácticamente que huir de un
hotel de San Francisco (Estados Unidos), donde habían coincidido
con un encuentro nacional de sadomasoquistas gays.
A pesar del éxito, dicen que su personalidad no ha cambiado
para nada.
Andrés Cock, el mejor amigo de Juanes desde los tiempos del
Jorge Robledo, asegura: “Es el mismo tipo humilde, tímido
y tranquilo. Lo que pasa es que como artista le toca hacerse a su espacio
privado”.
Dos días después de ganar tres premios en los Grammy
latinos (en octubre del 2001), Juanes llega a la sede de la Universal
en Bogotá, su casa disquera, no en limusina sino a pie y con
los dorados gramófonos de los Grammy en una bolsa plástica
que amenaza con romperse.
“No, hermano, cogí un taxi y se metió en un trancón
ni el berraco. Por eso me pareció mejor bajarme y caminar”,
dice mientras lo felicita todo el personal de la oficina, a quien saluda
por su nombre. Desde el presidente hasta los mensajeros y la señora
de los tintos.
“Ah, es que son como mis hermanitos. Yo los conozco desde antes
de toda esta vaina”, afirma.
Después de Bogotá, sale para Medellín a visitar
claro a su mamá y mostrarle sus trofeos. “Ella me dijo:
‘Vea, mijito, usted no se puede aparecer por aquí sin esos
Grammy’”', comenta entre risas.
Sept. 2002
JIMMY ARIAS
Redactor de EL TIEMPO