Reflexiones
III
NUNCA ES TARDE
Nunca
es tarde para vivir,
porque el tiempo es tan intemporal como yo,
Nunca es tarde para amar,
porque el corazón no tiene edad para
sentir,
Acomoda tu equipaje junto al mio
y hagammos juntos el camino,
Siguiendo el rastro de las piedras inmóviles
sin tiempo,
de los viejos caracoles sin afanes,
y deja que la vida te toque, que el viento
te acaricie,
que la luna ilumine la silueta
intemporal de tus vivencias;
pero no mires hacia atrás,
porque puedes perderte de un instante,
de un instante de vida que te espera, allá,...
en la próxima esquina del camino.
German Hernandez
R.
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LO QUE LOS
AÑOS ME ENSEÑARON
A los 5 aprendí que a los pececitos dorados no les gustaba la gelatina.
A los 9 aprendí que mi profesora sólo me preguntaba cuando
yo no sabía la respuesta.
A los 10 aprendí que era posible estar enamorado de cuatro chicas
al mismo tiempo.
A los 12 aprendí que, si tenía problemas en la escuela,
los tenía mayores todavía en casa.
A los 13 aprendí que, cuando mi cuarto quedaba del modo que yo
quería, mi madre me mandaba a ordenarlo.
A los 15 aprendí que no debía descargar mis frustraciones
en mi hermano menor, porque mi padre tenía frustraciones mayores
y la mano más pesada.
A los 20 aprendí que los grandes problemas siempre empiezan pequeños.
A los 25 aprendí que nunca debía elogiar la comida de mi
madre, cuando estaba comiendo algo preparado por mi mujer.
A los 28 aprendí que se puede hacer, en un instante, algo que te
va a hacer doler la cabeza la vida entera.
A los 30 aprendí que cuando mi mujer y yo teníamos una noche
sin chicos, pasábamos la mayor parte del tiempo hablando de ellos.
A los 33 aprendí que a las mujeres les gusta recibir flores, especialmente
sin ningún motivo.
A los 34 aprendí que no se cometen muchos errores con la boca cerrada.
A los 38 aprendí que, siempre que estoy viajando, quisiera estar
en casa; y siempre que estoy en casa me gustaría estar viajando.
A los 39 aprendí que puedes saber que tu esposa te ama, cuando
sobran dos croquetas y elige la menor.
A los 42 aprendí que, si estás llevando una vida sin fracasos,
no estás corriendo los suficientes riesgos.
A los 44 aprendí que puedes hacer a alguien disfrutar el día,
con solo enviarle una pequeña postal.
A los 47 aprendí que niños y abuelos son aliados naturales.
A los 49 aprendí que, si cuidas bien de tus empleados, ellos cuidarán
bien de tus clientes.
A los 51 aprendí que sólo llego tarde al trabajo cuando
mi patrón llega temprano.
A los 55 aprendí que es absolutamente imposible tomar vacaciones
sin engordar cinco kilos.
A los 62 aprendí que es razonable disfrutar del éxito, pero
que no se debe confiar demasiado en él.
A los 63 aprendí que no puedo cambiar lo que pasó, pero
puedo dejarlo atrás.
A los 64 aprendí que la mayoría de las cosas por las cuales
me he preocupado nunca suceden.
A los 67 aprendí que si esperas a jubilarte para disfrutar de la
vida, esperaste demasiado tiempo.
A los 71 aprendí que nunca se debe ir a la cama sin resolver una
pelea.
A los 72 aprendí que, si las cosas van mal, yo no tengo porqué
ir con ellas.
A los 76 aprendí que envejecer es importante
A los 91 aprendí que te amé menos de lo que hubiera debido.
A los 92 aprendí que todavía tengo mucho para aprender.
Soreliz Césari
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Se es viejo cuando se deja de reír
Humorismo
es ingenio, descomplicación, acogida,
serenidad interior, apertura, confianza, los
payasos invitan a ella-flexibilidad, sano
realismo.
El
diccionario define el humor como buena disposición
de ánimo, cualidad consistente en saber
descubrir y mostrar los aspectos cómicos
de cada situación. Sólo quien
se ríe de sí mismo tiene la
capacidad para reírse de los demás.
Es
persona madura quien tiene sentido del humor
consigo mismo y para con los que lo rodean.
La risa es cosa seria, hay que aprender a
reír.
El
humorismo es señal de inteligencia,
manifiesta la capacidad de no tomarse cada
uno muy en serio, para reírse de sí
mismo y disfrutar con los pequeños
detalles, con lo cotidiano, con lo inesperado.
Es la mano larga del optimismo. Humorista
es quien habla, escribe, dibuja o considera
las cosas con humor. La alegría, la
sonrisa y la simpatía contemplan al
hombre equilibrado y sano. Por el contrario,
la tristeza es el signo del pesimismo, la
amargura, el miedo, la esterilidad y la impotencia.
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