EVOCACIONES

Ya se acerca la Navidad y con ella miles de recuerdos que se agolpan en la mente y nos trasladan en vertiginosa carrera hacia los instantes más felices de nuestro ayer. Llegan las remembranzas de esos mágicos y familiares momentos que, vestidos de luces multicolores, iluminaron con sus destellos la dulzura inefable de la niñez y adolescencia.

Cómo olvidar el ritual diario y precursor de aquellas celebraciones, de sentarse comedidamente a escuchar la reiterada y prolongada lista de nombres y apellidos que antecedían a un tutaina, un zagalillos del valle venid, un niño del carpintero, una nanita nana o unas campanitas de cristal., con los que la siempre recordada Voz de las Américas nos deleitaba, tarde tras tarde, bajo la conducción de don José Nicholls Vallejo, un nombre y un hombre aposentados en nuestra memoria grata de esas imborrables Navidades. No había muñeca, trompo, pirinola o carrito de madera que no quedaran postergados cada tarde en cualquier rincón de la casa. El programa de villancicos constituía el sentido mas esencial de nuestra sagrada niñez en esas cálidas horas decembrinas.

Cómo olvidar los preparativos, deliberadamente anticipados, de la búsqueda del pino para decorar, el musgo, los helechos, las piñas enanas y todos los primores naturales que se encargarían de engalanar el nutrido pesebre que unas manos encantadoramente familiares habrían de moldear. La gruta, los pastores, las casitas de cartón o madera, el idílico poblado, los quebrados senderitos de arena, las diminutas palomeras, los cisnes y las ovejitas, quedaban exquisitamente acomodados y a la espera del prodigioso y redentor nacimiento.
Cómo olvidar los farolitos, elaborados a partir de latas de galletas, que una sabia figura paterna diseñaba simétrica y artísticamente y luego recubría con una irisada gama de colores, en papel de globo. Corredores, patios, balcones, terrazas, toda la casa, el corazón y la mente, se llenaban con esa inolvidable profusión de luces en honor de la Inmaculada Concepción. Era la ilusión que, vestida de mil colores y resplandores, nos invitaba a vivir intensamente la fantasía de aquellos esplendorosos días de Navidad.

Cómo olvidar la música del tocadiscos que, con su interminable demarcación de surcos, nos señalaba las alegres y festivas notas de los inagotablemente decembrinos Guillermo Buitrago y los Hermanos Bedoya, o las jocosas frases del ”loco” Gustavo Quintero en ”llegó diciembre con su alegría….” No podríamos alejar de nuestra recordación, el auténtico e infinito dolor que sentíamos cada vez que Nancy Ramos nos enternecía con su…..”mamá, donde están mis juguetes, mamá el niño no me trajo…” Quien no se conmovía al escuchar esa dulcísima ”Navidad de los Pobres”, pletórica en sentimiento e inmensa en interpretación de nuestro maravilloso Jorge Juan Mejía con sus Exitos. Y quien no se impresionaba con el ”Año viejo” de Tony Camargo o ”faltan 5 pa’las 12” de Néstor Zavarce, deliciosamente repetidas, expectantes y emotivas de cada 31 de diciembre.

Cómo olvidar aquellos vividos recuerdos de nuestras Navidades perennes; de esas Navidades que sembramos en alma y alimentamos en cada nostalgia; de esas Navidades impregnadas de anhelos e ilusiones; de esas Navidades que nos enseñaron a entregar la sonrisa más tierna y la mirada más dulce; de esas Navidades que nos brindaron las palabras más gratas y los abrazos más cálidos; de esas Navidades…..que por siempre vamos a recordar.

MARÍA VICTORIA ZAPATA B.
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