¡Ave María pues, vea pues!
Tola y Maruja lo contarían con más salero, con más chisme y con más ganas de darle duro a la realidad:
—Marujita, ¿vos sabés dónde pasa vacaciones Dios?
—Pues claro, Tolita, ¿dónde más? ¡En Medellín, hombre!
—¿Y por qué en Medellín?
—¿Cómo que por qué? Porque aquí la gente no solo es amable, sino que le da de comer al ojo viendo paisas más bonitas que un amanecer en Jericó.
—Ay, Maruja, pero si en el cielo también hay vírgenes.
—Sí, Tolita, pero allá no las dejan salir. Aquí sí, y con pintas que hasta San Pedro las miraría dos veces.
Y si Dios llega a pedir una dirección en Medellín, pues no solo se la dan, sino que lo invitan a almorzar y le sirven fríjoles hasta que quede más agradecido que un turista con guía paisa.
—¿Y vos creés que Dios jugaría al parqués aquí?
—¡Claro, Tolita! Pero con los paisas no gana ni haciendo milagros, porque aquí todo el mundo juega como si estuviera apostando la finca.
Y de clima, ni hablar. La primavera aquí se quedó por pura maña. Y cuando el sol se emberrionda, los paisas le dicen que baje el volumen.
Así que, Tolita, si Dios decide venirse, mejor que nos avise con tiempo, porque fijo aquí se le arma el parche con aguardiente, historias de Juan Valdez y un paseo por Guatapé en chiva.
¡Venga a Medellín, pues, que aquí lo estamos esperando con bandeja paisa y humor paisa, que eso es lo único que no se agota!