La vida de nosotras era juniniar.
Eran los 50, trabajar no era una consideración fácil para una mujer como Marta Vélez. Ella vivía en el Barrio la América y de allí salía para subirse a la camioneta, “el bus”, que la llevaba a Medellín, se bajaba en el Centro y con elegancia se sentaba en la silla de la secretaría de gerencia de la Caja Agraria en Carabobo con Colombia.
Su turno terminaba a las 5:00 p.m. Se encontraba con cuatro amigas en el atrio de la Iglesia de la Candelaria y se iba a juniniar en sus tacones de 8 centímetros que combinaban perfecto con la cartera, los guantes con el sombrero y un vestido copiado de un figurín confeccionado por la diseñadora española de la Casa Christian.
Ella y sus 4 amigas flotaban por Junín, una pasarela para que los hombres las vieran. Ellos con traje sastre y sombrero también hacían parte del escenario de ostentación.
“Cuando íbamos a juniniar era desde Colombia, íbamos por un lado de la acera y volvíamos por el otro y siempre terminábamos en el Astor comiendo helado con morito; eso era todos los días.” Visitaban el Almacén de Ramón Vasco en Colombia con el Palo, luego a Casa Christian, a las joyerías La Perla o La Suiza, en la calle Colombia, a Calzado Miami, al Salón Chava en Ayacucho con Junín. 140 pesos se ganaba Marta en la Caja Agraria y se gastaba gran parte de ellos en esos almacenes.
Uno de esos almacenes era Casa Christian.
En 1943, Constantino Tirado, un comerciante, dueño de billares, y su esposa, Blanca Amaya, abrieron en Ayacucho una miscelánea donde, entre otras cosas, vendían telas.
La década de los cuarenta tuvo años agitados. El 9 de Abril de 1948, cuando mataron al caudillo, Jorge Eliécer Gaitán, en la villa se desató una gran revuelta, como en muchos lugares de Colombia.
Por este motivo, muchos locales de la familia Tirado fueron destruidos; aunque la tienda de telas sobrevivió, la familia quedó al borde de la quiebra. No obstante, el emprendimiento no los abandonaría.
A comienzos de los 60, trasladan la tienda a Junín, entre Colombia y Boyacá. “La Avenida principal, donde estaba la alta alcurnia de la época”, comenta Johan Guarín Tirado, sobre ese local que sus abuelos en un principio bautizaron como Christian Dior –como el diseñador–; pero, por cuestiones legales, le cambiaron el nombre a Casa Christian –como se quedó hasta hoy, cuando está por cumplir 70 años–. Ahí continúa en esa gran casa –de tapetes rojos y escalera circular en la que antes vivió un teatro llamado Cinelandia.
La tienda es una tradición que ha pasado de generación en generación, una que forjaron los abuelos de Guarín:
“Mi abuela trabajaba en el taller, ella era la encargada de la parte de producción; y mi abuelo, quien tenía don de gentes y buen gusto porque asesoraba bien a las clientas, era el encargado de la parte comercial.” Ellos vistieron esas generaciones antioqueñas que iban a los eventos culturales y a las procesiones de Semana Santa. Y es que para todo buen católico era indispensable estar bien presentado para estar en las
procesiones de la Semana Mayor así como las del Corpus Christi y las de Nuestra Señora de la Candelaria que pasaban sagradamente por Junín.
(DelaUrbe) Periodismo univrsitario.
No. 62 Diciembre de 2012.
Jorge Andrés Ruiz Ayala y Valentina Obando Jaramillo.
Aporte Darío Zapata Restrepo (QEPD).