Una inmersión rápida en las ancestrales aguas montañeras, gracias a que tengo buenos amigos antioqueños. Una mirada a una “raza” mágica en la que, por encima de todo, las mujeres cautivan “a lo bien”… ¡Upa, pues!
Por Santiago Rodríguez
Revista Alo
Tengo la fortuna de contar con buenos amigos paisas, que me han enseñado más de una cosa sobre la vida gracias a la forma particular como crecen y entienden el mundo. En verdad, me han sacado de muchos aprietos y pensaderas con solo una conversada. Seguramente de ahí que tengan esa vocación para ser consejeros o curas sin problema. Porque en casa de antioqueño siempre hay una monja o un cura, y tienen de dónde, porque paisa que se respete tiene más de seis hermanos vivos… ¡Ah!, y alguna sobrina modelo.
Resumir la forma de ser de un antioqueño es como preparar un buen mondongo arriero: ¡lleva de todo! El paisa es andariego, alegre, apostador, emprendedor, ahorrativo, hablador, católico, apostólico, romano, disidente, malhablado, músico, poeta, mujeriego, negociante, agorero, nostálgico, y criado a punta de tradiciones.
Sé que faltan más características, pero con esas yo me quedo para rendirles tributo a mis amigos que quiero tanto. En este punto tendría que hablar de las paisas, que son las mujeres que, a mi parecer, podrían estar catalogadas como las mejores compañeras para un hombre. Lo digo porque siempre me he pillado que, así se sienten a beber sus parejos, ellas no se paran ni al baño y después son las que con mucho amor y sin condiciones se cuelgan al novio y lo llevan hasta la casa, “caído de la perra” -como ellos mismos dicen-, después de manejarles el carro.
La paisa es ternura, belleza, dulzura, consejera, amiga, amante, ardiente, matrona y “pa’ las que sea” -como es su propio decir, cuando del amor se trata. De eso no tengo duda. Porque es una mujer que alguna vez rezó con las tías los mil jesuses y a la par bebió aguardiente en alguna fonda de pueblo, sin que le remordieran la conciencia y la feminidad.
Todo esto ni se lo imaginó el oidor Francisco Herrera y Campuzano, quien con unos indios aburráes derrotados fundó el 2 de mayo de 1616 la villa de San Lorenzo de Aburrá. También se habrían de comer la lengua los oficiales reales de Antioquia, que en 1787 escribían al Virrey sobre dicha provincia lo siguiente: “…por su despoblación, miseria y falta de cultura, solo es de compararse con las de África”. Y hoy Medellín y toda Antioquia son la capital de la moda en Colombia, de la recuperación urbana, de la industria textil, laboratorio de paz, cuna de músicos y orquestas, artistas plásticos, empresarios, inventores y, bueno, qué pena ser tan reiterativo, nido de las mujeres más lindas del país, inventariadas para estar en un museo…… y no precisamente el de Botero.
Claro que ahora que hablo de gordas, quién no se va a antojar si Antioquia es la capital de la arepa. Es decir, por su variada gastronomía: chorizo con arepa, chicharrón “doce patas” carnudo, mazamorra, arepa de chócolo, empanadas antioqueñas, mondongo, bandeja paisa, frisóles marinillos, aguadepanela con cacaíto de bola y quesito “migao” etc., etc., etc. Pero, eso sí, un desayuno sin ‘calentao’ es como no haber comido el maná del Valle de Aburrá.
Las recuas de mulas atravesaron las cordilleras mientras sus arrieros hacían la digestión entre páramos y valles fumando tabaco, gritando palabrotas a las mulas, rallando panela y ‘voliando’ peinilla para abrir trocha. Porque, eso sí, montañero que se respete sabe usar alguna mata de monte como ungüento o como papel higiénico…. ¡El paisa le apuesta a todo! Si no, es de mal agüero, eh, Ave María, “home”…
A propósito, esta es otra cualidad montañera: la forma de hablar es un imán muy atrayente. Y si la que habla es una mujer, subyuga, así le diga a uno “¿Ya comiste?” O “Práticamente te estaba esperando”. El paisa es el único latinoamericano que no dice “sí”, sino que, acompañado con un gesto, emite un sonido similar a un “eeeeiih”… Y si no cree en alguna cosa, bota por su boca una especie de “¡Mmj!” pujado. Si no se le mide a algo, dice: “las güevas”; y un ‘hijueputazo’ le sale tan lindo como un aria interpretada por Pavarotti. Si lo anterior les suena “charro”, dicen con una sonrisa: “¿Qué tal? ¡Oigan a este!…” ó: “Y a vos te da risa eso?
Es curioso, pero los paisas que conozco fuman. Y si no fuman, beben. O beben y fuman. Y llegan al límite de fumarse una botella y tomarse un paquete de Pielroja (que ahora tiene filtro, “pero no li hace”, como dicen ellos…). En esos ratos de tragos es cuando nacen los negocios y para eso los paisas son unos magos.
Recuerdo que a Juan Esteban Sampedro, uno de mis mejores amigos, le compré “cuscús” en el colegio, una harina de maíz tostado con azúcar; y después diversificó el negocio vendiendo “minisicuí”, que luego en clase de química comprendí que era ácido tartárico con azúcar.
‘Pigo’, otro amigo entrañable criado en el barrio Belén, me afirma que el paisa es tan católico que hasta en la época dura y violenta de Pablo Escobar, los sicarios le rezaban a la Virgen para poner la bala donde era. Otro señor, taxista, en el aeropuerto de Rionegro me enseñó que hay que andar con un zurriago y una peinilla debajo de la silla del conductor, para cuando la cosa se pone peluda. Ahí la “juetera” es pareja.
Por último, qué sería de un paisa sin el cariño sagrado que profesa a la madre. Ese cariño nostálgico y los recuerdos vivos se oyen mejor para un paisa en un bambuco de antaño. El tango le gusta por sus historias contadas; Si Gardel decidió morir en Medellín, en 1937, es por algo.”…
No creo que me quede mucho por decir de una raza repartida por la cordillera desde el norte del Valle hasta arriba del Chocó y Córdoba. Los paisas son una etnia multiplicadora de progreso y regionalismo ¡Pero quién no va a ser regionalista con semejante empeño que les ponen a sus cosas! Y aún así tienen el dolor de patria más hondo y largo, porque aman y cuidan a Antioquia como su jardín, pero su paraíso es Colombia. Y, ¡ay del que diga lo contrario!
Alguna frase famosa pregonó alguna vez: ” Quien al oir Viva Antioquia, otro Viva no responde, si es hombre no es antioqueño , si es antioqueño , no es hombre”
Para acabar… no sé si ya hablé de las mujeres antioqueñas… ¡Qué “cosiacas” tan divinas!