La trova antioqueña y la oralidad mixta

En una oralidad mixta, en cambio, la oralidad coexiste con la escritura. Puede suceder que la escritura ejerza una influencia parcial o tardía sobre la oralidad, como en el tercer mundo, donde los procesos de alfabetización a campesinos y adultos les llegan a una edad muy avanzada o llegan de manera fragmentaria y discontinua.
O es posible que en un medio donde prime la escritura sobre la voz, la oralidad se apoye en la escritura para preservarse; en nuestro país, aunque abundan en reelaboraciones de la tradición hispánica, podemos citar, entre otros, las novelas las recopilaciones de coplas de Antonio José Restrepo en el Cancionero antioqueño; las compilaciones de coplas de la región cundiboyacense y santanderes de Lucio Pabón Núñez y Enrique Otero D´Costa, respectivamente. En todos estos casos hay fijaciones escritas de relatos y poemas tradicionalmente orales, que no por haber sido pasados a la escritura pierden su carácter oral; en lugar de esto se desdoblan, adquieren una segunda forma, que redunda en beneficio de su oralidad, pues una vez escritos se convierten en textos de referencia.
La oralidad mixta es sin duda uno de los tipos de oralidad que más desarrollo ha
presentado en el caso de la trova antioqueña, muchos son los textos y recopilaciones,
de diferentes épocas inclusive, que no sólo ejemplifican este aspecto sino que se han
convertido en textos de ineludible referencia en todo cuanto tenga que ver con la
poesía popular antioqueña. Los textos escritos que conforman lo que podría denominarse
el corpus bibliográfico de la oralidad mixta de poesía popular antioqueña,
se encuentran básicamente en formatos de libros, revistas, periódicos y folletines;
su clasificación por géneros es un tanto difícil por cuanto en ellos por lo general se
conjugan, ya parcial, ya totalmente, el ensayo, la autobiografía, la compilación, la
epístola, la narración y el texto poético propiamente dicho; sin embargo, con el fin
de dar siquiera una idea de lo existente hasta el momento, a continuación se hará
mención de algunos de los más importantes textos en que se puede sustentar la tesis
de una oralidad mixta en la poesía popular antioqueña, en particular con la trova.

Como caso curioso, los mejores trabajos ensayísticos en torno a la trova antioqueña
son a la vez, las mejores compilaciones realizadas hasta el momento, sobre
la copla y el verso antioqueños. No son muchos, por cierto, aunque han aumentado
en los últimos años. En orden cronológico hay que hablar del primer escrito serio,
sistemático y documentado dedicado a la poesía popular antioqueña: En torno a la
poesía popular, de Ciro Mendía; publicado en 1927. El libro de Mendía lo conforman
un epígrafe, un prólogo, dos capítulos denominados primera y segunda parte,
respectivamente; y un colofón.
El epígrafe es una cuarteta de Amado Nervo, que también sirviera de epígrafe
a éste en un estudio sobre Sor Juana Inés de la Cruz; en dicha cuarteta se deja
constancia de haber acudido a palabras ajenas (léase versos ajenos) para expresar
pensamientos propios; dicho epígrafe dice así: “En este libro casi nada es propio:/
con ajenos pensares pienso y vibro,/y así, por no ser mío, y por acopio,/de tántas
excelencias que en él copio,/este libro es quizá mi mejor libro” (sic)”.
En el prólogo se define la poesía popular como una poesía espontánea, breve y
chispeante, que, al tiempo que ha influenciado, también ha sido influenciada toda
la literatura universal. La poesía popular, dice Mendía (1927: x-xi), sintetiza toda
la poesía. En la primera parte realiza un recorrido por la poesía popular española en
el que define, ejemplifica y comenta las coplas murciana, malagueña, granadina y
baturra; a esta última la considera la más parecida a la trova antioqueña, según él,
por lo típica, lo rotunda y lo montañera (1-11). Además, realiza un recorrido por la
poesía popular hispanoamericana en el cual igualmente define, ejemplifica y comenta,
de México, el corrido o canción de gesta, la copla, las mañanitas o salutaciones y
los despedimentos o adioses; de Chile, la cueca o zamacueca, la que asimila al triste
argentino y a la guabina colombiana; de Cuba, reseña la habanera; a las coplas de
Venezuela les denomina Cantares; y de Argentina, define, ejemplifica y comenta
el Triste (13-23). Al final de esta primera parte reseña algunas coplas políticas,
toponímicas y humorísticas del repertorio colombiano, no sin antes reconocer la
procedencia española de muchas de ellas que aquí se dan por nacionales; y cita
además tres autores que aún hoy continúan siendo nombres de referencia obligados
en lo que se refiere al estudio de nuestra poesía popular: la novelística de Tomás
Carrasquilla, en especial su novela El Zarco; la poesía humorística de Juan José
Botero, y las compilaciones de Enrique Otero D´Costa.
La segunda parte de su libro, Mendía la dedica a la trova antioqueña y entonces
de la manera más vívida posible nos cuenta cómo se gestaba una tanda de trova en
las cantinas de pueblo los domingos de mercado (71-79); recrea cómo nacían las
contiendas repentísticas en los atardeceres de las posadas (80); en los viajes en canoa
de los bogas (91, 113), en los trapiches (91), en los cafetales (97) y en los socavones
de la minas (105, 113). Mendía define la trova antioqueña como amiga inseparable
del trabajo duro (92), y reconoce en los arrieros el grupo que con más constancia y
amor cultiva la improvisación (79). Y finalmente, en el Colofón de su libro, Mendía
cierra con una copla popular que según él, salía de labios de un obrero de la imprenta
justo en el momento en que el libro se imprimía; la susodicha copla dice:

“Me voy mija, a buscar vida,
portate bien con tu negro,
porque si sé alguna cosa…
pa’ qué te digo sabiendo…!”

Dentro de esta línea ensayística-compiladora, el segundo libro en aparecer, y
sin duda alguna el primero en importancia, inclusive hasta hoy, es el ya célebre y
clásico Cancionero de Antioquia, de Antonio José Restrepo; obra en la cual Ñito
Restrepo presenta, además de la compilación de más de mil cuartetas, el que quizá
sea el primer y más completo ensayo escrito sobre la trova antioqueña: un escrito
titulado Discurso sobre la poesía popular, leído por Ñito en la sesión inaugural de
la Academia Colombiana de Poesía, el 20 de julio de 1911. En él reconoce el origen
hispánico de la trova y reivindica el carácter campesino que ésta tomó merced al
proceso de colonización desarrollado en esta región; igualmente recrea la cotidianidad
dentro de la cual se desarrollaba la trova –minas, plazas de mercado, bares y
bailes de garrote–.
Del mismo Ñito, se publica en el libro Álbum Medellín, de 1932, editado por la
Lonja de Propiedad Raíz de Medellín, el capítulo titulado Recuerdos sobre Medellín;
en él Ñito transcribe una copla de autoría anónima y popular, que hacía alusión
a la muerte del entonces gobernador Pedro Justo Berrío; transcribe asimismo una
serie de coplas alusivas a Medellín –las de Quevedo eran dedicadas a la Medellín
de España–, entre las cuales hay una que atribuye a Pedro Antonio Isaza, dedicada
a la Medellín, de Antioquia.
Del mismo autor se publica, en 1942, Ají Pique: Epistolas y estampas; una
compilación de cartas, ensayos cortos en los cuales Ñito intercambia y expresa
ideas en torno a los temas del acontecer nacional, intercalando en muchos de
sus apartes muestras de la producción poética popular antioqueña y colombiana.
En muchas de sus cartas, Ñito envía a sus destinatarios algunas coplas y versos,
extraídos algunos del Cancionero, del repertorio hispanoamericano otros y de su
inspiración algunos más.
En la misma línea de trabajo de los escritos de Ñito Restrepo, Benigno A.
Gutiérrez publica en 1944, De todo el maíz. Fantasía criolla, guachaqueada y
piscológica, de trovas, levas y cañas, compuesta por Benigno A. Gutiérrez; texto

en el cual se mezclan ingeniosamente el ensayo y la compilación de versos; estos
últimos comprenden desde la tradicional cuarteta en que se canta la trova hasta la
seguidilla de los romances caballerescos; y se recrean además desde canciones de
cuna hasta romances, pasando por las canciones infantiles, la retahíla, la jerigonza,
el trabalenguas, la ensaladilla, la adivinanza y, por supuesto, una tanda de trova que
se pone en boca del negro Tin tin María.

En 1964, Arturo Escobar Uribe publica Salvo Ruiz, el último juglar, quizá la más
completa biografía del trovador concordiano, acompañada de una vasta compilación
de trovas y de 20 anexos facsimilares de manuscritos de Salvo Ruiz. Muchas de las
trovas allí publicadas fueron incluídas en el libro Coplas y trovas: Versos de Salvo
Ruiz, publicación póstuma de 1981 realizada por los herederos de Salvo Ruiz. Dicho
texto contiene un comentario preliminar (sic) de Jorge Franco Vélez y un prólogo de
Jorge Montoya Toro; el libro, como su nombre lo indica, reúne coplas y trovas del
trovador de Concordia, compuestas la mayoría en cuartetas octosílabas y algunas
otras en quintillas, sextillas y décimas.
También en Los primeros pobladores, noveno capítulo del libro La Colonización
Antioqueña, del historiador Eduardo Santa, publicado en 1993, se alude a los arrieros
como el grupo humano más proclive y hábil para el arte de la improvisación, y a
manera de ejemplo presenta una tanda de trovas librada entre un supuesto trovador
llamado Manuel Palacios, arriero de ocupación y un trovador anónimo, acompañados
al final de la tanda por una igualmente supuesta trovadora de nombre Filomena,
quien entra a terciar en la contienda a fin de que esta no termine en un baile de
garrote más, como solía suceder en la época. Y en el capítulo 10, de la misma obra,
Eduardo Santa recrea algunos versos que, según él, hacían parte de los encuentros
y juegos sociales en la época.
En cuanto a las compilaciones propiamente dichas, hay varias de mucha importancia
para un estudio posterior de la trova antioqueña. Existen muestras, poco
conocidas, mas no por ello menos importantes, como La demanda (proceso amoroso),
un bello, jocoso y particular ejemplar, publicado en 1938, en el cual Santiago Vélez
Escobar –más conocido en los círculos sociales y literarios de mediados de siglo en
Medellín como El Caratejo Vélez– recoge cuarenta y cinco poemas a que dio lugar
un soneto suyo escrito en 1923 a propósito de una ruptura afectiva. El caso fue que
el primer soneto del Caratejo Vélez suscitó un interés tal, que desde Pereira, Cali,
Ibagué y Manizales se escribieron y enviaron tantos versos y sonetos, que terminaron
“aportando” testimonios al susodicho proceso; tantos fueron los “aportes”
recibidos que alcanzaron para publicar un libro con dicho título. Las colaboraciones
recibidas fueron en su mayoría sonetos octosílabos; esto que puede dar una idea de
la propensión del ciudadano común antioqueño a la versificación; fenómeno que
también notó Peter Wade (1997: 104), cuando cuenta que pudo constatar que uno
de cada dos hombres que ingresaba a los baños del Palacio de Exposiciones de

Medellín, durante un festival de la trova, era capaz de componer trovas, así fuera
de contenidos obscenos.
De Benigno A. Gutiérrez merece citarse Gente maicera: Mosaico de Antioquia
La Grande, publicado en 1950, una compilación de ensayos, cuentos, fragmentos
de novela, coplas, poesías y trovas de cien autores antioqueños. Dentro de la obra
en verso, incluída en dicha compilación se destacan, de Juan José Botero Quiero
ser gato, y A un tamal, poemas en los cuales se mezclan el humor, la metafísica
y la estampa; de Ricardo Campuzano, Epigramas; De León de Greiff, el Relato
de Ramón Antigua; de Daniel Echeverri, El machete; de Camilo Arturo Escobar,
Consejos a un gato, La nigüa, A un perro faldero y Mi testamento; de Efe Gómez,
La campana del conde; Cuento de amor, de Gregorio Gutiérrez González, Por qué
no canto y Memoria científica –popularmente conocido como memoria sobre el
cultivo del maíz en Antioquia–; de Julio Gutiérrez, Mascarón; de Federico Carlos
Henao, Catecismo; de Teodomiro Isaza, Un compadrazgo en la montaña; de Tobías
Jiménez, Los arrieros de Antioquia; El canto al alcohol, de Manuel Donato Navarro;
Triste cantar, de Libardo Parra Toro; Prólogo para las poesías de Juan José Botero,
de Antonio José Restrepo; Besos y mordiscos, de Manuel Uribe Velásquez; y, por
último, de Federico Velásquez, Un veraneo en Porce. Y finalmente, de Wenceslao
Montoya, Trovando con el diablo, cuento en el cual se recrea una tanda de trova
antioqueña librada en el paraje Los Micos, –municipio de Concordia, suroeste de
Antioquia– entre el Diablo e Indalecio Ortiz, uno de los más célebres trovadores
del suroeste antioqueño de comienzos del siglo XX; de Crisanto Gómez, un cuento
titulado César, gallo cuyo nombre sirve de pretexto para urdir una bella aunque
triste historia de amor.
León Zafir y Ernesto González publicaron en 1953 Antología de poetas de Antioquia,
con poemas de 98 poetas de la región; como dato curioso, cuando el libro
estaba a punto de iniciar su recorrido por la imprenta, León de Greiff y Ciro Mendía
solicitaron mediante telegrama enviado desde Bogotá, no incluir sus nombres ni sus
poemas en dicha antología.
En la misma línea de las antologías, en 1995 se publica el libro Semblanza de
Diego Calle Restrepo; obra en cuya primera parte se presenta una semblanza biográfica
y en la segunda, una compilación de versos quien además de Gobernador
de Antioquia y Gerente de Empresa Públicas de Medellín, fuera un excelente improvisador
y compositor de décimas versos jocosos y satíricos. Diego Calle solía
improvisar y componer cuartetas y décimas para las diferentes situaciones a las que
tenía que enfrentarse en su cotidianidad de hombre público, hombre de sociedad
y hombre de hogar. Famosas son, por ejemplo, sus décimas al aguardiente, en la
cuales clama por un trago de licor para tratar de calmar la sed de patria chica que le
afanaba mientras pasaba una corta estadía en los Estados Unidos.
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John Fred y Zapata Morales
De los folletines cabe citar aquí El Parnaso La Campana, que para 1944 eran
unos folletines de 16 páginas, de publicación mensual, en los cuales se publicaban
principalmente poesías populares de autores antioqueños y colombianos, y en menor
medida de autores hispanoamericanos; en algunas ocasiones, de manera similar a
como la hacían los pliegos de cordel en España, El Parnaso La Campana difundía
crónicas en verso que daban cuenta de algún suceso, generalmente trágico, ocurrido
en la ciudad o el departamento. El mencionado folletín fue una publicación bastante
popular hasta las décadas finales del siglo XX en Medellín.
Entre los narrativos se pueden citar, como uno de los más remotos antecedentes
de la oralidad mixta de la trova antioqueña, la novela El Zarco, de Tomás Carrasquilla,
en la cual se ponen en boca –recitados de memoria– de Juan de la Rosa dos
romances de tradición oral española. También se pueden traer a colación los versos
de Manuel Mejía Vallejo quien no sólo reconoce la influencia de la trova y la poesía
popular en su obra sino que él mismo, además de las coplas contenidas en algunas
de sus novelas, publica sendos libros de poesía, uno en décimas y otro en cuartetas,
ambos octosílabos, en el cual recrea sus temas más dilectos como el amor, la picardía,
el desamor, la soledad y la muerte.
En cuanto a los periódicos, uno de los mejores ejemplos de Oralidad mixta en
la trova antioqueña lo constituyen sin duda los sonetos y composiciones poéticas
publicadas en periódicos como El Bateo, de Medellín. El Bateo era un periódico
semanal, que se empezó a publicar en 1907 bajo la dirección de Enrique Castro;
para 1930 tenía entre sus colaboradores a cronistas como León Zafir6 y Julio Vives
Guerra7, quienes trataban de manera satírica en cuartetas octosílabas de rima abab
ó abcb los acontecimientos políticos y sociales del momento y algunos temas sugeridos
o solicitados por sus lectores. Además de los dos cronistas mencionados,
había otros que se hacían llamar con seudónimos como K-margo, P-tate, Picaporte,
entre otros, apelativos que, como se puede apreciar, constituían un juego fonético
del lenguaje; también en El Bateo se publicaban con frecuencia muchas crónicas
en verso sin autoría específica, a las que bien podría hoy denominárseles anónimas.
Además de su difusión escrita, las crónicas en verso publicadas en El Bateo
respondían al canon de la improvisación poética –entendida como característica de
la trova antioqueña– ya que eran compuestas día a día para referirse a las diferentes
situaciones sociales, económicas, culturales y especialmente políticas, que tenían
lugar en el país y el departamento. El cronista, quien hacía las veces de poeta, sólo
podía responder al acontecer cotidiano componiendo versos cada día para cada fenómeno
que ocurría; esto último y el hecho de que los escritos en verso allí publicados
respondían en su estructura a la cuarteta octosílaba rimada en los versos pares –la
6 El Bateo, Medellín, 11 de enero de 1930, páginas 4-5.
7 El Bateo, Medellín, 14 de enero de 1930, páginas 7 y 11.

estructura clásica de la trova antioqueña–, permite establecer la relación entre trova
antioqueña y oralidad mixta, o dicho de otra manera, de una oralidad mixta de la
trova antioqueña.
Durante las dos últimas décadas del siglo XX se publican textos de diverso tipo:
ensayo, compilación, biografía, revista, folletín; textos de suma importancia para la
composición del corpus escrito de la trova antioqueña. La primera es una compilación,
muy importante por cuanto tiene que ver directamente con el desarrollo de la
trova en la década del ochenta en Medellín, es el libro póstumo Gregorio becerra,
trovador, publicado en 1981 por Ediciones Astrocol, bajo la dirección de los otrora
trovadores Álvaro Mejía Vélez, Juan Guillermo Herrera y Luis Fernando Macías
Zuluaga. A lo largo de sus 158 páginas el libro ofrece al lector un considerable número
de trovas y poemas en trova –si se permite la expresión– escritos por Becerra,
que aportan datos acerca de su nacimiento, vida y enfermedad y también cuentan
algunos detalles del desarrollo de la trova en Medellín, después del Primer Festival
Nacional de la Trova, realizado en la ciudad en 1975. Lamentablemente en el libro
no se incluyen las fechas de los versos.
De las revistas, hay que citar Vea Pues. Revista folclórica de Astrocol, cuyo
primer número salió en julio de 1987, se alcanzaron a publicar siete números en
total. La revista nace con la intención de “servir vehículo de difusión, fomento y
conservación de las manifestaciones folclóricas”. Allí se publicaban artículos sobre
folclor y cultura popular, noticias sobre los festivales de trova organizados por la
Asociación Colombiana de trovadores, entrevistas a personajes que tuvieron que ver
con los inicios y el desarrollo de la trova en Medellín y Antioquia y mosaicos con
la fotografía de trovadores, jurados y organizadores que participaban en los festivales
y, no podían faltar, canciones, décimas, poesías y versos de métrica octosílaba,
compuestos por los mismos trovadores, para la revista.
De los folletines, quizá el más importante de todos, en cuanto guarda relación
directa con lo que ha sido el desarrollo de la trova antioqueña en la última década,
es el boletín semanal Viernes del trovador, que se ha venido publicando de manera
discontinua desde agosto de 1995; entre dicha fecha y mayo de 1996 se publicó
hasta el número 27, a nombre de la Asociación Colombiana de Trovadores, Astrocol;
En este boletín se publican los resultados de los festivalitos que con el nombre de
Viernes del trovador8 se realizan desde comienzos de los años noventa–; se publican
8 El Viernes del trovador es combinación de semillero-tertulia-escuela-festival donde se forma al trovador
antioqueño. Allí se le señalan sus errores, se le reconocen y aplauden sus aciertos, se le foguea en el ambiente
de la competición repentística y, por qué no decirlo, se le lanza al estrellato de la trova antioqueña. Además se
ha creado una página virtual (http://trovapaisa.com) mediante la cual se mantiene al
público informado no solo en la que guarda relación con la tertulia, sino con la actividad troveril de la región
y el país.

también notas alusivas a la marcha de la Asociación y eventos de trova en la ciudad e
igualmente se dedica un espacio para la publicación de textos –tipo ensayo– sobre la
historia y conceptos básicos de la trova antioqueña y de la improvisación en general.
Además de lo hasta aquí relacionado, se puede contar, con algunos artículos y
estudios publicados las más de las veces, en periódicos y revistas regionales –en
especial a partir de los años ochenta del siglo veinte– que han ido conformando lo
que podría denominarse el corpus teórico de la poesía oral improvisada de la región
antioqueña; entre los escritos más importantes se cuentan los de la profesora Consuelo
Posada, los del profesor Víctor Villa Mejía, y ahora también podrá contarse,
excusarán la modestia, con el libro del suscrito titulado Tradición y pervivencia de la
trova antioqueña, trabajo que recoge poco más de diez años de investigación y que
pretende llenar un vacío con respecto a los estudios sobre la evolución y el estado
actual de la poesía oral improvisada antioqueña9.

 

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