TOLA Y MARUJA ACONSEJAN

EL PÍCARO ARREPENTIDO. Contestan Tola y Maruja.

Apreciadas tías:

Soy un cristiano normalito: ni muy muy ni tan tan, no perdono misa los domingos y comulgo. Pues bien, en esta Semana Santa se me fueron las luces y en uno de los sermones di limosna con un billete falso de cincuenta mil y pedí que me devolvieran cuarenta y ocho mil. Ahora no aguanto la cantaleta de mi conciencia.

¿Qué hago, piadosas señoras? ¿Devuelvo la plata o compro indulgencias antes de que suban con la venida del Papa?
Atentamente,
Timador arrepentido

Querido peligrés,
Por su letra notamos que usté le robó tiempo a las planas de caligrafía (guarden esta palabra porque va pal olvido que se las boga). Lo que hizo en el templo no tiene perdón de Dios y le quedan dos caminos: confesarse o esperar a que su pecao prescriba por vencimiento de términos.

Esto no es nuevo pa nosotras, estimao tumbador: cuando Tola y yo colaborábamos recogiendo las limornas en la iglesia San Lorenzo de Yolombó, varias veces nos metieron billetes falsos y nos tocaba después ayudarle al padre a meterlos en las tiendas del pueblo.

Y siempre con el mismo sistemita: billetes grandes pa que una les devolviera plata buena… Y no faltó el conchudo que se persinaba con el “carón” de diez mil chiviao antes de soltarlo en la chuspa bendita. Infames.

Se aprovechaban porque a una le daba penita revisar el billete contra la luz del cirio pascual, delante todos los parroquianos. O subir al púlpito y mirarlo frente a la inmensa lamparota del techo. O blanquiar los ojos y rezar: Señor, ilumíname…

Una vez un berriondo tipo nos metió un billete de cinco mil tan falso que Nariño salía sin patillas, y es tan descarao que cuando se lo devolvimos nos dijo: Tías, imposible que un billete tan bien falsificado parezca falso.

Precisamente en estos días de reflesión Tola y yo pensamos en Jesús y los dos ladrones que lo escoltaron en la cruz: Dimas y Gestas. Como usté recordará, querido pícaro, Dimas fue el ladrón bueno y Gestas el malo.
Gestas, colgado a la izquierda de Nuestro Señor, se burló de él: ¿No quizque sos “el de Aguadas”? Salvate pues y salvanos a nosotros dos… Dimas, por su lado, le pidió chanfaina: “Jesús, cuando llegues a tu reino acuérdate de mí”. O sea: tras de ladrón, lagarto.

Gestas era conocido como el ladrón malo porque robaba los bienes públicos y fue líder del carrusel de la contratación en Jerusalén. Precisamente lo crucificaron sindicao de sobrecostos en un contrato de cruces, y de entregarlas sin barnizar.

Dimas, en cambio, era el ladrón bueno y gerenciaba el banco de Galilea, que degeneró en pirámide con sucursales en Egipto y Panamá y que terminó llevándose los ahorritos que María Magdalena había ganado con el sudor de su… frente.
Pero la gran diferencia entre este par de hampones fue que Dimas se ganó el aprecio de Jesucristo porque se arrepintió y le pidió que lo llevara al Paraíso, aunque no aclaró si al paraíso Paraíso o al paraíso fiscal.

La leción de todo esto, querido malhechor, es que sumercé debe hacer esámen de conciencia (reconocer la culpa), contrición de corazón (pedir perdón) y propósito de enmienda (reparar a su víctima: devolverle la plata al cura).

Tus tías que te quieren,
Tola y Maruja
Posdata: La diferencia entre un ladrón malo y un mal ladrón es que este último se deja pescar.

El Espectador. Abril 15 del 2015