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Fútbol
Andres Escobar
Aún vive..


Nació en Medellín, en el año de 1967, de prestigiosa familia, Andres realizó sus estudios en el Colegio Calasanz y en el Conrado Gonzalez, donde se graduó. Luego dedicó su vida al fútbol, deporte por el cual siempre mostró gran interés y el cual practicó con disciplina y responsabilidad. Inició su carrera jugando en el equipo del colegio y luego pasó a la vida profesional con el Atlético Nacional, empezándose a destacar en el an'o de 1988.

Su vida con la selección Colombia estuvo impregnada de satisfacciones y siempre fue admirado por su caballerosidad, ganandose el cariño y respeto de todos los colombianos. Sobrio en las coberturas, capaz con la pelota, temple de crack, siempre con cabeza en alto, rematador de zurda con potencia y con golpe de cabeza, con gran condición en el fútbol moderno de sorprender en ataque...y su antecedente...un golazo en Wembley.

Lastimosamente en el mundial de 1994 tuvo mala suerte y metió el balón en su propio arco, marcando un doloroso autogol frente a la selección de Estados Unidos. Días después en un sitio prestigioso de la ciudad, Andres Escobar fue asesinado a causa de una discusión acerca del autogol el 2 de Julio de 1994, en manos de una brutal persona. Andres dejó su vida, la cual es ejemplo para niños y jovenes, la cual muestra el esfuerzo, la constancia y la dedicación, y por supuesto esa gran caballerosidad y rectitud.

Sueño eterno
La irracionalidad acabó con la vida de Andrés Escobar; lo que no pudieron truncar las balas asesinas fueron sus ilusiones. Hoy comienzan a hacerse realidad.

Faltaban dos semanas para que Andrés Escobar Saldarriaga partiera con rumbo a Estados Unidos. El Mundial estaba próximo a comenzar y con él una serie de ilusiones que no solo eran suyas, sino de todo el país.

Pero Andrés tenía demasiadas inquietudes adicionales en su interior, objetivos más trascendentales que siempre compartó con sus familiares y amigos. Por eso organizó una reunión en su casa, a la cual asistieron su padre, hermanos y un gran amigo: Juan Jairo Galeano.

"Este plan lo habíamos conversado y preparado todo con él, nos reunimos en su casa con el único fin de hablar sobre la creación de la escuela de fútbol Andrés Escobar, que sería manejada por su hermano Santiago y Yo", cuenta Galeano.

Los tres llevaban mucho tiempo con la idea de que su experiencia en el balompié pudiera ser transmitida de alguna forma a las nuevas generaciones, ya que siempre fueron conscientes de que la gran mayoría de futbolistas presentaban muchas fallas de comportamiento en su vida cotidiana.
Por eso, y aprovechando que "Sachi" y Juan Jairo comenzaban a mirar la posibilidad de retirarse de la actividad, decidieron que el mejor momento para hacer realidad aquel sueño conjunto era después de la Copa del Mundo.

"La idea era formar la escuela apenas llegara Andrés y nosotros tuviéramos muy claro qué queríamos, y si pensabamos o no seguir jugando", afirma Galeano.
Pero sus planes parecieron derrumbarse en aquella madrugada del 2 de julio de 1994. Luego del fracaso en el Mundial, Andrés quiso 'poner la cara' y regresó al país el miércoles 29 de junio; tres días después ocurrió lo inaudito...

Era viernes primero de julio. Luego de almorzar, el orgullo de la familia Escobar Saldarriaga dejó a su futura esposa, Pamela Cascardo, en su consultorio odontológico y llamó a Juan Jairo Galeano para salir esa noche. Al grupo se unió Eduardo Rojo, y su esposa; todo era alegría.

No obstante, la felicidad del reencuentro en aquella discoteca de Medellín, llamada Padua, comenzó a empañarse con las pesadas bromas de los hermanos Juan Santiago y Pedro David Gallón y sus amigos. La razón: el infortunado autogol marcado frente a Estados Unidos en el Mundial.

Pese a los constantes gestos de aprecio recibidos durante toda la noche, el recuerdo de aquella triste acción de juego empezó a martillar en su mente por obra y gracia de aquel grupo de personas. Y las burlas se hicieron cada vez más pesadas.

Al salir, en el parqueadero, Andrés se despidió de Galeano y quedaron de verse más adelante en un sitio de comidas rápidas.
Entonces volvió a escena el grupo de saboteadores y el tono fue creciendo hasta que Andrés no aguantó más y pidió respeto. La respuesta: seis mortales disparos, provenientes de un revólver "Llama" calibre 38 largo. El asesino fue Humberto Muñoz Castro, guardaespaldas y conductor de la familia Gallón Henao.
"Eso no fue ningún incidente callejero sino un asesinato premeditado, tuvieron mucho tiempo para hacerlo, muchas personas se fueron contra Andrés a humillarlo, a tratarlo mal, a desafiarlo, entonces por eso es que nosotros pedimos que se haga verdadera justicia, porque él ni siquiera cruzó una sola palabra con el que le disparó y fue asesinado delante de todos esos sujetos", afirma su padre Darío.

Y esa sensación de total injusticia quedó en el ambiente. El resto fue tristeza, dolor, indignación y lágrimas. "Para mí fue el golpe más duro que he recibido en mi vida, después de haber sufrido otras dos tragedias en la casa, como fueron la muerte de otro hermano (Juan Fernando) y la de mi mamá (Beatriz).

"Yo pensé que había terminado todo para mí, tuve una desilusión muy grande porque hacía dos meses me había retirado del fútbol profesional, pero con la idea de volver a jugar en cualquier momento, y cuando él falleció ya no había ningún tipo de motivación ni incentivo, quedé totalmente decepcionado, abandoné la práctica deportiva y no volví a ir al estadio, llevo 2 años sin ir a fútbol", narra con tristeza su hermano, y mejor amigo, Santiago.

Los días siguientes fueron muy dolorosos para la familia. "si es que se pueden llamar días, si es que se puede decir que se vivió, yo creo que para ellos no ha habido vida después de lo ocurrido, porque una cosa es tener ese amor de patria, de hincha, de admiración, pero otra cosa es tener el amor de padre, de hermano, de sangre... es muy lamentable porque uno ve a una familia totalmente destrozada por culpa de un acto reprochable desde todo punto de vista.

"Tuvo que ser gente demente, producto de la descomposición social que vivimos, de la ausencia total y absoluta de valores. Sinceramente, Colombia está tan mal en ese sentido que hasta un buen deportista, de tanta categoría y calidad deportiva y humana, tuvo que sufrir las consecuencias de lo que está pasando a nivel social. Y, por qué pudo haber pasado esto?, en la mente de nadie puede caber una respuesta, sólamente que debe ser gente loca, sin sangre, descorazonada...", afirma J.J. Galeano.

Pero en medio de tanta desilusión apareció un nuevo aliciente para seguir luchando. Había que perpetuar el nombre de Andrés y la mejor manera era realizando las obras sociales que él siempre quiso emprender.

"Lo primero que pensaron fue en hacer una fundación, para lo cual decidieron solicitar la asesoría de una organización experimentada en ese tipo de proyectos. Por eso recurrieron a nosotros, a la Fundación Solidaria La Visitación, la cual siempre estuvo muy ligada a la familia y a Andrés", afirma Juan Carlos Hernández, director ejecutivo.

Y fue el 18 de julio de 1994 el día en que toda la familia Escobar Saldarriaga visitó al padre Emilio Betancur Múnera, gestor de esta Fundación, para solicitarle su asesoría. "Entre primos, hermanos, familiares, amigos y tíos, llegaron unas 35 personas", cuenta Hernández.

La respuesta fue que no era práctico crear una nueva fundación en una ciudad donde existían unas 450, así que lo mejor era desarrollar un programa específico que formara parte de la Fundación Solidaria La Visitación, aprovechando toda la infraestructura desarrollada por la organización a través de sus seis años de existencia.

Entonces surgió el programa Andrés Escobar, el cual consistiría en el montaje de escuelas de fútbol para niños de escasos recursos, con objetivos muy claros: "la idea no es formar futbolistas sino hombres, de tal forma que el trabajo se tiene que realizar también con la familia de los niños, para que sea un proyecto a largo plazo, que permita tener buenos resultados y buen impacto", explica Hernández.

Y el 19 de agosto, la familia Escobar Saldarriaga citó a los medios de comunicación para una rueda de prensa. Nadie faltó. Cuando todos esperaban que el tema tuviera que ver con nuevas revelaciones sobre el asesinato de Andrés, comenzó la lectura del siguiente comunicado:
"Yo, Darío Escobar, padre de Andrés; sus hermanos, Maria Ester, José Darío y Santiago Escobar Saldarriaga, y demás familiares, queremos perpetuar la memoria y los valores de nuestro inolvidable Andrés, por medio del que se llamará en adelante 'Programa Andrés Escobar'.

"Nuestra sincera intención, nuestros claros objetivos, nuestros criterios y lo que se constituye, en este momento, nuestro mejor servicio a la ciudad y al país es que con este programa nuestra juventud no sólo practique el fútbol, sino que también aprenda los valores que hicieron de Andrés un profesional disciplinado, un hombre honesto, buen hijo, óptimo hermano y estupendo amigo; un hombre caracterizado en su vida por lo que sus segudiores llamaron 'Calidad Andrés, calidad'.

"Será nuestro propósito y compromiso que en estas escuelas de fútbol se cimenten los valores que faltaron a quienes cegaron la vida de Andrés Escobar Saldarriaga..."

Los periodistas tuvieron que regresar a sus lugares de trabajo sin la ansiada 'chiva', pero con la enorme satisfacción de ser testigos del renacimiento de una familia que parecía no aguantar más golpes.
Porque desde ese día, Andrés volvió a estar presente. Su imagen ecuperó ese carácter bondadoso, alegre y desinteresado. Ya no era la víctima sufrida; era Andrés, el que toda Colombia quería, el ídolo de siempre.

Así, el 20 de septiembre fue el lanzamiento deicial del 'Programa Social y Deportivo Andrés Escobar Saldarriaga'.
Por su parte, Santiago y Juan Jairo sólo encontraron una razón para luchar cuando recordaron aquella reunión con Andrés, previa al Mundial. "En un principio habíamos desechado la idea, Santiago muy cabizbajo, decaído, muy mal; lo mismo yo, hasta que pensamos que la vida debía continuar, desafortunadamente con ese dolor en el alma, y pusimos la escuela", relata Galeano.

"Finalmente, decidimos montar la Academia con el nombre de J.J. Galeano y el mío, ya que paralelamente surgió también la escuela de Andrés Escobar, y por respetar el nombre, bautizamos así la nuestra", explica Santiago 'El Sachi' Escobar.
Y el 30 de agosto de 1994 comenzó a funcionar la escuela y, con ella, fueron apareciendo nuevas motivaciones para estos dos ex futbolistas que, como un homenaje a Andrés, se han dedicado desde entonces a la formación de nuevos ciudadanos que, además, sabrán jugar fútbol.

"La filosdeía es un poco diferente, los niños de nosotros son de otro nivel social; ellos se inscriben y pagan una mensualidad. El único requisito para que estén en la escuela es su parte personal, que sea una persona íntegra, que yo creo que hoy en día se ha perdido mucho eso; ahora se trabaja más al jugador de fútbol, sólo nos interesan los resultados deportivos y acá nosotros hemos empezado por tratar de formar primero personas y si se da la posibilidad de un buen talento, bienvenida sea", explica 'El Sachi'.

Así, la familia Escobar Saldarriaga encontró un nuevo motivo para vivir. Enaltecer el nombre de Andrés mediante esas obras sociales y educativas que siempre quiso realizar. Porque como él mismo lo dijo en una columna de El Tiempo: "la vida no termina aquí". Y así fue, sus sueños siguen vigentes como su imagen... por siempre.
Por Juan Carlos Gómez Marulanda
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Nuestro dolor
Mientras la investigación sobre la muerte de Andrés Escobar sigue sin solución, el fútbol colombiano no ha podido olvidar al jugador y al caballero.

Con su movilización al cementerio Campos de Paz, los 120 mil antioqueños que acompañaron el cuerpo de Andrés escobar Saldarriaga, rindieron tributo no sólo al ciudadano, deportista y amigo, sino que de paso testimoniaron su admiración por la elegancia, la caballerosidad y la distinción que tenían en el zaguero colombiano a su mejor exponente.

Aunque era un futbolista joven -27 años- tenía suficiente experiencia y toda la confianza de Francisco Maturana y Hernán Darío Gómez para ser pieza indispensable en el engranaje de la Selección Colombia.
Su elegancia y suficiencia para manejar el balón lo convirtieron en figura reconocida del proceso que vive el fútbol colombiano. En él se reflejaba, en gran medida, la dimensión profesional que ha adquirido el jugador nacional para afrontar retos, obligaciones y compromisos.
Es ejemplo de la identidad y personalidad actuales del balompié patrio, con todo y el resultado de USA'94.

Su fútbol era tranquilo y técnico. La acentuada utilización de la pierna izquierda, sus 1.84 metros de estatura y el liderazgo que ejercía en el sector central de la defensa, lo dejaron en la retina del espectador como un buen jugador que ante todo desempeñaba una marca estricta, sin rudezas, capaz de salir con el balón dominado y comenzar, desde atrás, el ataque de su escuadra.
Criado en un ambiente familiar de clase media era, en concepto de Francisco Maturana, "el tipo de jugador ideal para cualquier equipo, no sólo porque técnica y tácticamente era apto, sino porque su condición humana era inigualable. Porque dentro y fuera de la cancha su imagen se proyectaba con personalidad, porque tenía don de gentes, en síntesis, porque era un señor".
Andrés Escobar tenía suficientes atributos como para no dejar de incluir en este trabajo lo que sentía y pensaba sobre el fútbol y la vida urbana, en el caso de su ciudad, Medellín, a misma que lo vió partir una madrugada por obra de quienes no aceptaban que el fútbol fuera juego y sí un infalible negocio.

LA ELEGANCIA QUE NOS QUITARON.
"El fútbol me acerca al mundo. Yo creo que me acerca porque el fútbol como espectáculo, como afición, como juego, va a estar siempre rodeado de muchas personas que trabajan en muchas cosas, que viven de otras cosas. Entonces, uno va a tener mucha relación, no solamente con la gente que es deportista, sino que uno siempre tiene relación con mucha gente en este campo.
"Yo diría que con el fútbol queda demostrada la estrecha relación existente entre la vida y el juego. Y en el caso personal es cierta esa afirmación de que como uno vive y juega. Si vos tenés una vida desorganizada, yo sigo que en la cancha sos un desorden, sos un desastre y esa frase yo la sacaría y la tengo muy presente porque alguna vez nos la dijo el prdeesor Maturana, y es verdad: uno entre mejor coma, mejor duerma, entre mejor se vista, entre mejor habl, entre mejor relación con la gente tenga, mejor va a jugar y más figura va a ser. No por eso se va a agrandar uno o va a pensar que cogió el cielo con las manos, no; pero yo creo que esa es una realidad y una verdad.

"Hablando de tranquilidad, no hay que olvidar tampoco las situaciones en las cuales nos ha correspondido jugar en medio de situaciones delicadas, de violencia, de asesinatos. Por ejemplo, a nosotros nos soprendió en Brasil, en la Copa América del 89, el asesinato del gobernador Antonio Roldán Betancur. Al otro día nos tocaba jugar contra Paraguay. Fue un golpe muy fuerte para nosotros porque era bastante amigo de todos. Fue una persona que estuvo en el Nacional y que estaba atenta a lo que nosotros hacíamos y todo eso repercute bastante. Así uno no quiera, de pronto de una manera indirecta, porque uno sale a la cancha y está pensando en su balón. Pero antes del partido o días antes uno está pensando en la cantidad de problemas que vienen pasando en la ciudad, en las bombas, en los atentados, en las muertes, que mataron a tal persona; uno está preocupado y pensando en eso y eso no lo puede alejar uno de la mente. O sea, no lo puede olvidar tan fácil, sino que uno piensa en eso.

"Entonces uno sabe que si va a salir a una cancha es a dar lo mejor de sí para que esa gente que, por lo menos estará allí durante 90 minutos, se aleje por un momento de eso que ha pasado en esos instantes. Ahora, yo creo que eso significa sentirse utilizado porque es algo que ya está preparado como un espectáculo. Porque aquí han pasado muchas cosas. Inclusive cuando nosotros estábamos también a las puertas de jugar el primer partido de la eliminatoria en el 89, contra Ecuador, se presntó la muerte de Luis Carlos Galán y eso repercutió muchísimo, inclusive él iba a ir ese dia a ver el partido; yo iba a ir al hotel a saludarlo, estuvo a punto de suspenderse el partido, y uno como jugador sabe que tiene que jugar y que eso ya no se puede dañar porque ya han pasado muchas cosas y de pronto la gente a lo mejor se acostumbra a eso.

"Así como es magia, así de difícil es para contestar, sobre todo si se relaciona con el fútbol. La magia es una mentira o un engaño. No sé, algo que uno ve y no ve al mismo tiempo. La magia es algo pasajero, algo como muy efímero.

"El fútbol tiene magia, atracción, y todos en mayor o menor medida estamos impregnados del fútbol. La magia tiene un secreto, tiene como un estilo, un orden, tiene como algo y es como esa alegría que hay para jugar, esa diversión, el hecho de estar corriendo, de luchar por una camiseta, de entregarse, ellos mimso quieren salir adelante, hacer que la gente vaya al espectáculo porque es bueno, porque es alegría. En el fútbol, a diferencia de lo que ocurre en el toreo, no matan toros. En el fútbol, jugando, no matan a nadie. Es más de alegría, de diversión, y mientras exista esto la gente va a estar contenta y ahí está el credo. Y el secreto está en que, por ejemplo, cuando en un fin de semana ganan los equipos locales, y eso está demostrado, la gente en los trabajos, en el estudio, en cualquier actividad va a llegar contenta; y cuando pierde, llega con ganas de no hacer nada.

"A veces tengo la oportunidad de ir al barrio Calasanz, en donde viví más o menos 18 años. En ocasiones tengo contacto con mis compañeros. Claro que ya no juego con ellos porque todos están trabajando: hay ingenieros, médicos o están dedicados a otras actividades. A veces juegan las recochitas los domingos y yo me muero de ganas de meterme y jugar ahí. Pero para uno ya es difícil, aunque eso signifique renunciar a la diversión de la calle, la misma que me llevó al fútbol".
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Tomado del libro "Una gambeta a la muerte".
Gonzalo Medina Pérez. Fondo Editorial Cooperativo. Universidad de Antioquia. 1994.

Andrés Escobar, aun vive

El ágil defensa central antioqueño vive en el corazón de miles de colombianos quienes lo admiraron por su personalidad dentro y fuera de la cancha, pues con razón alguien lo bautizo en el medio futbolístico como el caballero del fútbol.

Medellín testigo de su nacimiento lastimosamente, en aquella madrugada del 94 presencio silenciosamente el fin de un amigo que permanece en miles de hogares colombianos donde se conserva un afiche del defensor que siempre jugo con la camiseta numero 2.

Las manos asesinas se hicieron presente y de la manera más cobarde acabaron con una insignia del deporte antioqueño, reviviendo duros momentos en la historia de nuestro país.

El pueblo, los amantes del balón, los hinchas y más de 40 millones de colombianos se volvieron lagrima y no era para menos, se estaba al frente del acto más reprochable de nuestra historia, por un simple autogol alguien sin corazón y cerebro decidía matar a quemarropa.

Tres días antes de su muerte Andrés Escobar expreso en el aeropuerto el dorado de Bogota los siguiente:

"Lo único cierto es que no encontramos nuestro fútbol y nuestro estilo"

"No tuvimos agresividad, tampoco sacrificio y perdimos nuestras ideas"

"No fue cierto que existieran problemas en el equipo"

"El grupo siempre estuvo unido"

"Sobre el autogol fue muy difícil para mí, sobre todo por el momento en que se produjo"

"Jamás me imagine que esa jugada significaría autogol"

"Los que fallamos fuimos nosotros"

Pese a todo Andrés aun vive en la mente de miles de Colombianos.
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