EL
METRO DE MEDELLIN
Fotos
del Metro - Estaciones
Si se dispone de poco tiempo, el
paseo más rápido y cómodo
por la ciudad de Medellín se puede
hacer desde el aire. Y para eso, basta
simplemente con subirse al metro.
Cuando
el tren metropolitano de Medellín
recorrió por primera vez la ciudad
de norte a sur en su viaje inaugural,
el 30 de noviembre de 1995, los primeros
pasajeros tuvieron que agregar a la sorpresa
de ese novedoso recorrido, la emocionante
sensación de estar volando rasantes
por el centro de la ciudad, sobrepasándola
a la altura de sus edificios.
La ciudad
esperaba del flamante tren que, una vez
se echara a rodar, contribuyera a elevar
el nivel de vida de los habitantes, que
sirviera para recuperar el tiempo malgastado
en el trauma que significaba -y aún
significa- tener que utilizar el obsoleto
sistema de transporte público existente
en la moderna Medellín. Pero no
estaba dentro del pronóstico, que
los pasajeros pudieran viajar en metro
en un plan diferente: el de recorrer la
ciudad desde lo alto, descubriéndola
desde un punto de vista inexplorado.
Hoy,
para un visitante con su tiempo contado
en la ciudad, el metro es la mejor salida
para recorrer, desde el aire, oteando
a través de sus amplias ventanas,
el sur y el norte industriales y universitarios,
los barrios verdes y residenciales del
occidente y el congestionado pero ordenado
centro, con la ventaja de estar entre
la gente, que es en últimas, el
rasgo más característico
de una ciudad, cualquiera que sea en el
mundo. Por eso se dice que la mejor manera
de conocer una gran ciudad es tomar su
metro. Si tiene uno, por supuesto.
El de
Medellín es uno de los metros más
modernos del mundo -contemporáneo
del de Bilbao-, aunque no es uno de los
más largos; sin embargo, está
diseñado, como todos los sistemas
de transporte masivo de pasajeros, pensando
en futuras líneas, teniendo en
cuenta el acelerado crecimiento de las
ciudades y de sus areas metropolitanas.
En el futuro, se tiene proyectada la habilitación
de dos líneas de trenes livianos
que tendrán estaciones de transferencia
en los extremos de la línea A.
En el
norte, desde la estación Niquía,
en Bello, se podrá continuar el
viaje hasta los municipios de Girardota,
Copacabana y Barbosa, y en el sur, desde
la estación Itagüí,
el tren de cercanías conectará
a la población de Caldas.
Por
ahora, la longitud total de este sistema,
construido entre empresas alemanas, españolas
y colombianas, es de 32 kilómetros
incluyendo una vía de 3 kilómetros
que no opera comercialmente pero es utilizada
como empalme para agilizar el traslado
de los vagones entre las Línea
A y la B, las dos únicas construidas
hasta el momento.
En
el recorrido de la línea A, a lo
largo de 23 kilómetros, atraviesa
el área de influencia de los municipios
de Bello, Medellín, Envigado, Sabaneta
e Itagüí, pasando por 19 estaciones,
11 de ellas a nivel y 8 elevadas al entrar
a la zona del centro de la ciudad. La
línea B, con sus 5,6 kilómetros,
pasa por seis estaciones, cinco de ellas
elevadas y una a nivel; se prolonga hasta
el occidente de la ciudad partiendo desde
la estación de transferencia, San
Antonio, en el corazón de la ciudad.
El viaje
entre montañas a lo largo del verde
Valle de Aburrá, sobre el que está
encañonado la ciudad, se puede
hacer en el metro en cuestión de
37 minutos, con paradas incluidas. El
mismo recorrido, usando el sistema convencional
de transporte en buses, podría
tomar entre 1.5 y 2 horas. Algunas estaciones
cuentan con estacionamientos para bicicletas
y motos, y en el futuro, se construirán
para automóviles, algo que va a
facilitar el acceso al sistema de ciudadanos
que conducen sus vehículos hacia
las afueras de la ciudad.
Por
ahora, el metro está conectado
con los barrios gracias a numerosas líneas
de transporte colectivo que tienen paraderos
las estaciones periféricas de Itagüí,
Envigado, Ayurá, Poblado, Industriales,
Acevedo, Madera, Bello y Niquía.
Estos lugares son el enlace con los barrios
periféricos más densamente
poblados del valle y al mismo tiempo son
puntos de encuentro, de recreación
y comercio. Es común que una estación
de metro contribuya a modificar la cultura
en su área de influencia, pero
no lo es mucho que se conviertan en centros
de comercio, de recreación y de
encuentro.
En Medellín,
casi todas las estaciones cuentan con
un amoblamiento urbano compuesto por plazoletas,
bancas, zonas verdes, puentes peatonales,
alumbrado, escenarios y canchas. Por esto
no son simplemente lugares de paso, sino
lugares desde los que se han comenzado
a generar procesos de convivencia y de
relación entre los ciudadanos gracias
a un entorno en el que sientan más
acogidos. Más integrados.